A lo largo de los años, El Salvador ha recibido la ayuda de otras naciones para diversos temas, pero todos con el genuino interés de apoyar el desarrollo nacional. De forma paralela, ha surgido la modalidad en los últimos tiempos de que además de los Gobiernos hay organizaciones, asociaciones y fundaciones que con el pretexto de promover derechos ciudadanos buscan imponer una agenda, así sea eminentemente comercial, corporativa o para promover determinada línea de pensamiento.
La mayor parte de la cooperación internacional es legítimamente una expresión de la solidaridad entre países para apoyar los esfuerzos de superación de la pobreza, como transferencia de conocimientos y para mejorar servicios. En El Salvador, muchos de los problemas actuales tienen su raíz en la corrupción y en los malos manejos administrativos de los gobiernos de ARENA y del FMLN.
Los esfuerzos encaminados a mejorar las condiciones de vida de los salvadoreños son siempre bienvenidos, siempre y cuando estén dentro del marco del respeto a la Constitución. Hay límites sobre los alcances que puede tener esta cooperación, sobre todo si está enfocada a promover una corriente ideológica. Las ONG u organizaciones de la sociedad civil, como ahora se les llama, deben definir de manera clara y transparente sus misiones y objetivos. Si el objetivo coincide con agendas político-partidarias, entonces se pone en duda cuál es el objeto de esa cooperación proveniente del extranjero, porque no se sabe si se trata de intervenir en los asuntos internos de otro país o de fomentar una agenda contraria al Gobierno.
El Salvador puede aprender mucho de otras naciones, de las experiencias, de sus errores y de sus éxitos. Lo que no puede asumir de manera incuestionable es que haya grupos que quieran imponer su postura, su visión de sociedad, de cómo administrar los temas nacionales. Eso realmente es indelegable, porque se trata de un asunto que les compete solo a los salvadoreños, quienes han delegado en sus gobernantes la administración pública.
Después de décadas de ser engañados por ARENA y el FMLN, los salvadoreños han decidido transformar la política al escoger a nuevos representantes que están llevando al país por un camino que jamás ha transitado. Quizá esto pueda asustar a algunos en el exterior, quienes tenían sus referentes locales que no necesariamente correspondían con representaciones legítimas; es decir, los partidos surgidos durante el conflicto armado seguían vigentes porque no había habido un espacio político para el surgimiento de nuevos movimientos, como lo es Nuevas Ideas.
Las elecciones del 3 de febrero de 2019 y del 28 de febrero pasado legitimaron —y con muchos votos— a los nuevos gobernantes y los convirtieron en los interlocutores del pueblo salvadoreño, tanto internamente como hacia afuera de las fronteras nacionales.
Esta es la representación de la sociedad salvadoreña, no grupos ligados con partidos políticos que perdieron el mandato popular en las urnas. Así se llamen ONG, asociaciones, fundaciones u organizaciones de la sociedad civil.