Ahora sabemos que la autoría intelectual del asesinato del poeta Roque Dalton corresponde a Alejandro Rivas Mira, que por entonces era el jefe máximo del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), y que la sentencia de muerte fue aprobada por dos miembros del tribunal de guerra: Vladimir Rogel y Joaquín Villalobos. Pero no se sabe con certeza quién disparó contra Dalton.
En 1992, al final de la guerra, la jefatura del ERP, encabezada por Villalobos, admitió que había sido un error y una injusticia, pidió perdón y asumió una responsabilidad colectiva, pero hasta la fecha no se ha revelado nada sobre la autoría material. Cuando hablé de este tema con mi amigo Leonel Gómez, que había participado en la investigación de casos tan complejos como el asesinato de los sacerdotes jesuitas en 1989, me dijo lo siguiente: «Siempre se intenta establecer el dónde, el cómo y sobre todo el quién. Pero lo importante es el por qué. No te pierdas demasiado en las cuestiones de faldas, tragos y juegos de simpatías y antipatías personales, que de todo eso hubo sin duda, pero lo relevante está en las ideas puestas en juego. Las ideas y el contexto».
En mi investigación sobre el caso Dalton (incluida en mi libro «Héroes bajo sospecha»), creo haber seguido su consejo. Sin embargo, la pregunta sigue resonando: ¿quién o quiénes dispararon? Las sospechas recaen sobre Vladimir Rogel y Villalobos, pero no hay pruebas objetivas ni testimonios directos que den algún nivel de certeza al respecto.
Personalmente, no creo que a estas alturas sea posible conocer toda la verdad sobre el caso Dalton, sobre todo por las insalvables limitaciones que presenta el contexto de clandestinidad y conspiratividad en que ocurrieron los hechos.
Una frase escrita por Javier Marías en una de sus novelas ilustra inmejorablemente este punto:
«No es gratuito, no es un capricho que en el espionaje, o en las conspiraciones o en lo delictivo, el saber de cuantos participan en una misión o en una maquinación o en un golpe (en lo clandestino, en lo solapado) sea difuso, parcial, fragmentario, oblicuo, que cada uno esté al tanto de su cometido pero no del conjunto ni del propósito último».
Hay algo que sí puede afirmarse con certeza precisamente después de considerar las ideas puestas en juego y el contexto: si bien no hay ninguna prueba objetiva contra Joaquín Villalobos, no hay tampoco ninguna razón para descartar la posibilidad de que haya sido él el asesino o uno de los asesinos. No solo votó a favor de la pena de muerte, sino que, además, en aquellas circunstancias determinadas por una disciplina militar y su respectivo reglamento, de haber recibido la orden de su superior jerárquico, Rivas Mira, no podía no cumplirla.
He hablado con varios de los principales protagonistas de ese caso (incluyendo a Joaquín Villalobos), y he reconstruido y documentado en detalle los hechos y el debate político en que se dieron, en toda una trama que culmina en San Salvador pero que también pasa por Washington y La Habana.
«Héroes bajo sospecha» es un libro agotado, pero pronto publicaré en forma separada, y en formato electrónico, todo lo relativo al asesinato de Roque Dalton.