El 1.º de junio del presente año, el señor presidente de la república de El Salvador, Nayib Bukele, expuso tres importantes anuncios en beneficio de todos los salvadoreños. El primero consistió en la reducción de 262 municipios a 44, el segundo en la disminución de 84 diputados a 60, y por último un mensaje que sorprendió a toda la nación, y nos referimos al anuncio de la guerra contra la corrupción.
Según informes de Naciones Unidas, los países que tienen mayores niveles de corrupción son los que en la práctica poseen sistemas de salud y educación precarios.
No cabe duda de que los millones que robaron los presidentes que presidieron los gobiernos de turno bien se hubiesen utilizado para la construcción de escuelas, hospitales, centros de salud, mayores inversiones en infraestructura para favorecer a los más necesitados.
Informes del Banco Mundial sostienen que el ingreso promedio en países con altos niveles de corrupción representa en promedio un tercio de los países con bajo nivel de corrupción, y de igual forma resaltan que la tasa de mortalidad infantil en estos países es aproximadamente tres veces mayor que en los países menos corruptos, y además tienen una tasa de alfabetización del 25 % menos que aquellas naciones con índices de corrupción bajos.
Después de la ponencia del señor presidente en la Asamblea Legislativa apareció, como es costumbre, el mismo discurso trillado de una oposición sin rumbo, desesperada y vacía de propuestas. Y curiosamente los mismos de siempre criticaron al presidente por no hablar de la pobreza. Ante tales críticas cabe resaltar que todos los salvadoreños tenemos sumamente claro que la pobreza es un fenómeno heredado de mandatarios anteriores.
Los salvadoreños sabemos que a pesar de las circunstancias se logró superar el problema de la pandemia, aun cuando se contaba con una red hospitalaria que dejaba mucho que decir, y que si se encontraba en ese estado la infraestructura estatal era como consecuencia del saqueo que durante años realizaron los antecesores de Bukele, quienes dejaron un país con graves niveles de pobreza en todos los ámbitos.
Ahora, uno de los principales saqueadores del país acaba de perder la posesión y el dominio de sus propiedades, empresas, un patrimonio que se construyó sobre la base de administraciones fraudulentas con intereses personales en detrimento de los más necesitados, que durante años no gozaron de medicinas, atención médica equitativa, infraestructura hospitalaria y que tuvieron bajos niveles en infraestructura escolar.
El impacto de la guerra contra la corrupción tendrá efectos positivos en la economía salvadoreña en el tiempo, porque posibilitará que las leyes naturales de la economía funcionen libremente. Y esto en la práctica evitará que empresarios, políticos corruptos pongan barreras a empresas internacionales que deseen invertir en el país, esto con la única intención de frenar la entrada de nuevas empresas al mercado salvadoreño. Se sabe que este tipo de prácticas fue utilizado durante 30 años por los anteriores gobiernos.
El combate a la corrupción evitará que la riqueza del país se concentre en pocas manos, y esto al final se traducirá en una mayor distribución de la riqueza nacional. En una nación corrupta la riqueza solo fluye en dirección de empresarios, funcionarios públicos corruptos y, por el contrario, los pequeños, medianos empresarios se desalientan para invertir por el grado de competencia desleal que prevalece en un Estado con índices de corrupción elevada. En buen salvadoreño, y como dice el dicho, «los ricos están contados».
La baja en el índice de corrupción nos puede convertir en un país más competitivo y atractivo para las inversiones de capital extranjero. Y es que en la práctica los inversores buscan un entorno transparente, justo, equitativo y competitivo. De hecho, existen diferentes estudios de organismos internacionales que sostienen que a mayores niveles de corrupción menores serán los índices de competitividad.
El ataque frontal a los pandilleros permitió dinamizar la economía del país, y es claro que en todo el país la gente está recuperando propiedades, construyendo, renovando casas, apartamentos, y muchos salvadoreños invierten en diferentes áreas de la economía nacional. Ahora la reducción de municipios permitirá un gran ahorro a escala nacional que podrá ser utilizado para infraestructura social en favor de los más necesitados.
En concreto, la economía salvadoreña muestra una tendencia dinamizadora y surgen oportunidades de invertir en nuevos proyectos, ya sean pequeños, medianos o grandes. Todo como consecuencia de haber mejorado el problema de la seguridad. Y vale la pena recalcar que el ataque a la corrupción se viene a sumar para impulsar el crecimiento económico que tanto demanda el territorio nacional.
El último anuncio del presidente Bukele representa un pilar esencial para alcanzar la sostenibilidad económica en el tiempo, y es que si no se ataca la corrupción de manera directa, jamás saldremos de la pobreza que históricamente nos afectó a lo largo y ancho de todo El Salvador.