Destinar recursos del Estado para la atención integral de los animales en nuestro país siempre fue urgente, así como la implementación de políticas públicas que garantizaran tanto la atención y bienestar animal como el combate oportuno del maltrato animal, tomando en cuenta que detrás de ello se esconde un panorama desalentador de violencia social.
Es cuestionable y lamentable la opinión insensata de un diputado de ARENA que trató de manipular el espíritu de la Ley Especial de Protección y Bienestar Animal recién aprobada por la nueva Asamblea Legislativa, en la que insinuó que se priorizaba la vida de los animales antes que la de una persona.
Ante esto, quiero aclarar una situación —de la que estoy segura de que casi todos entienden—. La crueldad animal perpetrada por humanos tiene una gran repercusión no solo en los animales, sino también en las personas mismas.
En muchos datos policiales revelados a lo largo de la historia criminal de nuestro país se ha demostrado que los homicidas iniciaron agrediendo y asesinando animales hasta convertirse en personas potencialmente peligrosas para la sociedad. En el ámbito científico, a esta conexión de crueldad se la denomina el enlace, y si no se detiene, este puede desarrollarse con más fuerza en el tiempo.
Por otra parte, como rescatista activa desde hace más de 13 años, he sido testigo de muchas familias emocionalmente dañadas por el asesinato de sus mascotas, un hecho de violencia que lastimosamente inhibe el desarrollo de las personas y puede causar daños irreversibles; estos adoptan diferentes formas de expresión que pueden variar desde una ofensa verbal hasta el homicidio.
Es por ello por lo que dedico la aprobación de esta ley a todas aquellas personas que sufrieron por la pérdida de sus mascotas, ya sea por maltrato animal ocasionado por personas desalmadas o por la nula atención veterinaria pública de los gobiernos antecesores.
Esta lucha ha sido también encaminada por la comunidad animalista, de la que he sido parte y principal vocera desde antes de fundar la Casa Roly El Salvador, donde he atendido cientos de animales de la calle y otros que eran comercializados ilegalmente para el consumo de su carne.
Ha sido un camino difícil en un país en el que nunca les importó el bienestar de los animales y en el que históricamente ha habido indicios de corrupción detrás del maltrato animal. Lo dijo Gandhi: «La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la forma en que se trata a sus animales».
Ahora, en un contexto de nación en el que un gobierno ha priorizado a todos los seres vivientes por igual, el progreso es notable. Quiero externar mi felicitación al presidente Nayib Bukele por haberse sumado a dar solución a una petición que durante muchos años solicitamos los salvadoreños que amamos a los animales. Ahora puedo responderles a todos aquellos ciudadanos que diariamente me escribían para exponerme casos de maltrato animal.
Estos pasos a favor de los animales son parte de una estrategia que viene acompañada del primer Hospital Veterinario de El Salvador, el cual vendrá no solo a proporcionar una atención de calidad a los animales o a atender a las personas con mascotas y con escasos recursos que nunca han tenido acceso a atención veterinaria, sino que también generará empleabilidad en una profesión de poco alcance en el país.
Definitivamente, la aprobación de la Ley Especial de Protección y Bienestar Animal y la incorporación de la penalidad al maltrato animal en el Código Penal vienen a resarcir un mal social instaurado desde hace muchos años en nuestro país. Estamos avanzando hacia la ruta correcta, estamos dejando huella.