Cumpliré 60 años el próximo mes y en todo este tiempo nunca había experimentado un ambiente de paz, seguridad y tranquilidad en nuestro querido país como hoy en día. Ahora me siento como aquel señor que se levanta un domingo temprano con un café en la mano y saluda a su vecino que lava el carro y a la otra señora que está en una mecedora riéndose con el TikTok. Todo es armonía, libertad y energías positivas para salir adelante, así nos sentimos el 97 % de los salvadoreños honrados, trabajadores, optimistas; nosotros, los buenos cheros, los que hacemos el ambiente en las reuniones, los que tenemos una cara, los que no tenemos agendas ocultas, los que vivimos de nuestro esfuerzo; nosotros, la mayoría, los que manejamos el billete o no, los sencillos y humildes, los más letrados, los que somos derechos; nosotros somos la mayoría que estamos creando el nuevo El Salvador.
Existe, por otro lado, un grupo de personas que se han nombrado «líderes», compuesto por los que defienden lo indefendible, los que se lucraron con los maletines negros, los sobresueldistas y pensionistas vip, los que huyen a Nicaragua, los que chocan con la realidad, con los hechos y las estadísticas; a esos los llamaré los innombrables. Por un lado porque eso son, y por otro porque son tan poca cosa que ni el nombre me sé, los escucho la mayoría de las veces por casualidad, los describiré por algún rasgo físico, la cherada sabrá a quién me refiero.
Uno de los más desubicados para mí, otros tendrán algún otro, es un señor alto, de lentes, que dice ser psicoloco o algo así; hecha espuma cuando habla siempre de forma visceral, está en el ranking de innombrables en los primeros lugares. Se nota frustrado por su triste vida, con algún complejo oculto, suda mediocridad, odio, lucha con algún demonio interno y tiene un gran afán de notoriedad.
Quiere contradecir a toda costa la realidad que todos vivimos. Puedo seguir, pero no vale la pena. Este señor se junta con un viejo político trasnochado que todavía se quedó contando anécdotas del siglo pasado, con trajes de los ochenta, con lentes de cómico ridículo, el que ve que lo siguen miles estando él solo parado en una esquina. Popularidad de este dúo: menos de 100.
Otra es una diputada pintoresca que como que le faltan 10 pa’l peso, pero esa es una apreciación inicial, porque al ver su currículo deduzco que definitivamente alguien le paga para que contradiga lo indiscutible.
Los cuatro gatos del rincón ni hablar. Hay otro tipo vulgar e ignorante que como que tiene una fotocopiadora, con ese no gastaré ni una gota de tinta. En el camino me acordaré de otros pintorescos personajes, que con todos no se hace uno. Seguirán siendo los innombrables. Para terminar, hay otro en el top, un pastor, pero no alemán, que tiene cara de satanás, acérrimo defensor de los terroristas; las autoridades han sido pacientes, ese es socio de los que defienden y, según la ley, hechor y encubridor ya saben lo que les toca. Otro es un joven que se parece en su dialéctica a uno que anda huyendo en Nicaragua; ni lo iba a mencionar, pero en un video estaba diciendo que se preparan para unas acciones sangrientas y que es el único camino, o al menos eso dejó entrever. Lo más alejado de la realidad. Nosotros, la mayoría, es lo que menos queremos. Quedaron anclados en el pasado, como los que hablan de golpes de Estado, como los pasquines y la tristemente célebre UCA, que ya no recibirá los $20 millones de subsidio, como también los que pactaron con los terroristas. Perdón por los que no aparezcan en la lista, esto es porque son más insignificantes aún, como aquel que en todo ve platillos voladores.
Nosotros, la mayoría, los que nos echamos una caguama en la acera debajo de un palo de almendra con boquita de elotito o un shuco, los que jugamos en El Cafetalón, o los que vamos a un buen restaurante en La Gran Vía; nosotros, los de la nueva Tutu y Campanera; nosotros, los que vamos y disfrutamos de Sunset Park con toda la familia, los que de vez en cuando vamos a la zona de Surf City, los que utilizamos el periférico Gerardo Barrios y disfrutamos de El Cuco, o de Los Cóbanos, los que nos ilusiona que tendremos un aeropuerto cerca, los que nos sentimos tranquilos en el parque de Cítala, o vamos contentos a la laguna de Apastepeque, los que vemos a nuestro hijos felices aprendiendo con su nueva laptop, los que bailamos tranquilos en el parque.
Los que admiramos al ministro de la Defensa, que anda adelante con la tropa y que cuando lo vemos nos queremos tomar una selfie con él porque es derecho, porque es como nosotros, trabajador, igual que los miembros del glorioso Ejército salvadoreño y la PNC.
El nuevo El Salvador que estamos creando es el país más seguro del área y vamos por el camino a ser el más seguro del continente de forma sostenida. Ahí están los números y las estadísticas. Nosotros, a los que nos emociona la nueva infraestructura, los compatriotas que aterrizan en el moderno aeropuerto, los que nos sentimos orgullosos cuando pasamos un nuevo puente, y somos de los 100,000 salvadoreños con nuevo trabajo formal, los que volvimos a abrir la tienda o el changarrito porque nos sentimos seguros, los que vemos a los cipotes en la noche echándose un mascón de futbolito en el parque o en la calle con el nuevo alumbrado, los que ya no pagamos la maldita extorsión, somos el empresario de buses que ahora sí ve la rentabilidad, el empresario que se ahorra el pago por cada camión que va a dejar agua embotellada a Soyapa, el del Uber que entra por primera vez a esos territorios, el nuevo inversionista, el nuevo emprendedor que ahora sí siente confianza e invierte en la próspera zona oriental.
El nuevo salvadoreño, aquel que estudia, que se esfuerza y va a clases de inglés, el que se desplaza en el servicio de transporte público sin temor, el que compró su moto o carrito con esfuerzo y hace deportes, el que va a su iglesia o no pero que respeta otras creencias, el que acepta la diversidad con tolerancia y las preferencias y puntos de vista del otro, el que es bien intencionado y se prepara, el que día a día va a su trabajo o emprendimiento con entusiasmo, el buena onda que no le mete zancadilla al prójimo, el que respeta la fila, el que dice con permiso y muchas gracias, el sincero que cree en el futuro y lo ve con esperanza y fe.
Somos los que utilizamos los nuevos pasos a desnivel, los que creemos que es necesario el nuevo puente binacional en La Hachadura para agilizar el paso de mercaderías y personas, los que agradecemos el excelente trabajo en el manejo de la pandemia, los que disfrutamos los remodelados hospitales, los que vemos con satisfacción el excelente Plan Cero Ocio de Centros Penales con los trabajos en escuelas, hospitales, o limpiando las ciudades y las playas; somos el exportador que se esfuerza y obtiene mayores resultados, somos el agricultor que suda la camiseta, somos el hermano que está en Los Ángeles y ayuda con sus valiosas aportaciones, somos el nuevo El Salvador, en paz, seguro y en libertad, guiados por un gran líder respaldado por su familia, acompañado por un gran equipo y la inmensa mayoría del pueblo y que recibe la bendición de Dios.