El presidente Nayib Bukele dijo ante la 78.ª Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que El Salvador se ha transformado. Ante la tribuna más grande del planeta, amplificada por las redes sociales y los nuevos medios de comunicación, el presidente salvadoreño hizo un recuento del camino recorrido por el país para conquistar, finalmente, la paz.
En primer lugar, el conflicto armado que sufrió el país, señaló, tuvo su origen en las tensiones propias de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. En un pulso global, ambas superpotencias movían sus piezas —a veces de manera sutil, otras más desvergonzadamente evidentes— para aumentar sus áreas de influencia. Es de esa época la ominosa frase que describía a América Latina como el «patio trasero» de Estados Unidos, algo que también tenía su equivalente en una parte de Europa y Asia para la Unión Soviética.
Las organizaciones guerrilleras diversas en El Salvador fueron unificadas en el FMLN para, entre otras cosas, obtener la bendición y el financiamiento de los soviéticos, a través de sus aliados en el continente, en tanto que los gobiernos salvadoreños llegaron a recibir hasta $1 millón diarios en «ayuda militar» para «frenar la amenaza comunista» de parte de Washington.
Después de más de una década de conflicto armado, ARENA y el FMLN, bajo el auspicio de las Naciones Unidas, firmaron una paz que tuvo como mayor logro garantizar privilegios para las cúpulas de ambos grupos. Veteranos y excombatientes quedaron abandonados y ha sido después de 30 años que se ha brindado justicia.
Como un derivado de esta violencia armada, las maras hallaron terreno fértil en la sociedad, además de la complicidad de gobiernos corruptos, que encontraron en estas organizaciones criminales un aliado político.
No fue hasta que el presidente Bukele declaró la guerra a las pandillas y se implementó el régimen de excepción que las maras fueron perseguidas, juzgadas y encarceladas. Eso ha permitido que El Salvador sea reconocido internacionalmente como una de las naciones más seguras del mundo.
La receta de la ONU para El Salvador no dio resultado para eliminar la violencia, sino que repartió el poder entre ARENA y el FMLN y el pueblo siguió sufriendo la muerte y el terrorismo, esta vez por las maras. Ha sido la valiente decisión de este Gobierno la que ha permitido salir del horror de las pandillas. Y se trató de la expresión democrática de un pueblo exigiendo una verdadera transformación. Este ha sido el renacer de El Salvador.