Brindar compañía a la persona adulta mayor; apoyarla en el desarrollo de sus actividades cotidianas; hacer las tareas de higiene, limpieza y preparación de alimentos; acompañarla en las visitas al médico, hacer las compras en el supermercado son algunas de las funciones que desarrollan las personas que cumplen un rol de cuidadores.
Los cuidadores pueden ser individuos o instituciones que se hacen cargo de una persona con algún nivel de dependencia. Estos pueden ser los padres, madres, hijas, hijos, familiares, personas externas como profesionales contratados o voluntarios.
Esta función tradicionalmente recae en uno de los integrantes de la familia, casi siempre son las hijas las que asumen el rol de cuidadoras de sus padres, madres, abuelos, abuelas, tías u otro pariente de edad avanzada. En la mayoría de los casos, esto trae consigo dos cambios en el entorno familiar: el primero, que la persona cuidadora deba reorganizar sus actividades laborales y las de su propia casa para poder atender a su pariente adulto mayor; el segundo cambio es que la persona de edad deba trasladarse a residir al hogar de su cuidador, esto muchas veces sin su consentimiento, puesto que algunos mayores prefieren vivir solos.
La Asociación Americana de Psicología (APA) sostiene que hay varios estudios que han determinado que las personas de edad avanzada prefieren, en su mayoría, vivir de manera independiente. Otras, en cambio, buscan formar parte de una comunidad de personas jubiladas, de su misma edad, y optan por residir en hogares especializados en la atención de este sector etario, como Casa San Miguel, en donde son asistidos por especialistas en geriatría, gerontología, enfermería, nutrición, entre otros, y apoyados por un equipo de cuidadores que ha sido formado y capacitado para llevar a cabo este rol.
Hoy en día, varios centros de estudios superiores e institutos de carreras técnicas en muchos países del mundo, incluido El Salvador, están impartiendo cursos especializados para convertirse en cuidadores profesionales. Estas personas reciben los conocimientos básicos en geriatría y gerontología; los aspectos jurídicos y bioéticos que afectan el cuidado de las personas que pasan por la etapa del envejecimiento, así como las herramientas necesarias para llevar a cabo las actividades básicas de la vida cotidiana de una persona adulta mayor dependiente.
El cuidado de una persona adulta mayor no debe verse como una función exclusiva de quien la ejerce, por el contrario, es una responsabilidad en la que intervienen múltiples actores, entre los que podemos mencionar a los familiares, los amigos, los vecinos, los profesionales de la salud y de las ciencias sociales que intervienen en todas las actividades que forman parte de su cotidianidad.
Cabe mencionar, además, que cuando son integrantes de la familia los que desempeñan el rol de cuidador de una persona en edad avanzada, hay una afectación psicológica y social que repercute directamente en el estado de su salud física y mental, que tarde o temprano causará algún tipo de afectación en las relaciones con sus demás familiares.
Los cuidadores, tanto los familiares como los profesionales, deben someterse regularmente a un proceso de autocuidado personal, ya que por su rol están permanentemente sometidos a situaciones complejas, traumáticas y hasta de frustración e impotencia, que afectan su estado físico, emocional y social; por ejemplo, afrontar los fallecimientos de las personas de edad que están bajo sus atenciones.
Por ello es importante que se respete, se valore y se reconozca la función que desempeña el cuidador, ya sea familiar o profesional contratado, a quien siempre debe brindársele el tiempo necesario para que no se descuide de sí mismo.