Denominado Cushcatan, que en náhuat significa ‘tierra de piedras preciosas’, El Salvador alberga una gran riqueza histórica y cultural reflejada en las poblaciones indígenas que aún persiste y mantiene en sus costumbres, tradiciones e idioma.
Tomando como referencia el censo poblacional de 2007, El Salvador tiene 13,310 personas que se identificaron como indígenas, predominando los cacaoperas con 4,165, los pipiles con 3,539, los lencas con 2,012 y de otros grupos indígenas 3,594.
Desde el pasado 9 de agosto, el país dio relevancia a la conmemoración del legado originario al decretar esa fecha como Día Nacional de los Pueblos Indígenas, la misma establecida a escala internacional, según la Organización de Naciones Unidas (ONU).
De acuerdo con la ONU, existen en el mundo 476 millones de indígenas distribuidos en 90 países, lo que representa un poco más del 5 % de la población total.
Jurídicamente El Salvador ya reconoce a los pueblos indígenas por mandato de la Constitución de la República, ya que los artículos 62 y 63 se refieren esencialmente a la preservación, difusión y respeto de la riqueza histórica, artística, arqueológica y cultural.
Durante la etapa de discusión del decreto de declaratoria, los diputados que integran la comisión de cultura y educación escucharon las opiniones de diferentes representantes de comunidades indígenas.
Una de ellas fue Eliza Pérez, quien representaba al Consejo Coordinador Indígena Salvador, quien expuso que existen aún comunidades que preservan los orígenes y las tradiciones.
Pérez mencionó que producto del esfuerzo de las comunidades indígenas en 2012 la Asamblea Legislativa reformó la Constitución e incorporó el inciso segundo al artículo 63, en donde el Estado reconoce a las poblaciones indígenas.
«Ojalá algún día podamos tener un diputado joven que sea de nuestras comunidades indígenas», agregó.
En la sesión de trabajo también participó Luis de Paz, quien forma parte de la Red Nacional de Pueblos Indígenas El Jaguar Sonriente, quien expuso la importancia de la declaratoria de día nacional.
«Lo que se está estudiando este día en la comisión es de suma importancia para los pueblos indígenas porque va más allá del simbolismo. Este es un paso más para que los pueblos indígenas puedan ser visibilizados. Tenemos que promover estos valores, nuestra filosofía y nuestra cultura», mencionó.
De Paz agregó que las comunidades indígenas cuentan con valores ancestrales que podrían replicarse en la sociedad actual.
«Puedo asegurarles que ningún joven de nuestras comunidades indígenas está involucrado con las pandillas», añadió.
Legado cultural e histórico
A escala mundial, las diferentes poblaciones indígenas y las tribus muestran cómo la humanidad fue evolucionando en el tiempo y cómo se transformaron las costumbres, tradiciones, formas de vida y la organización social.
Según datos de la Organización de las Naciones Unidas, existen 5,000 grupos indígenas a escala mundial, lo que deriva en que se hablen alrededor de 7,000 idiomas y dialectos, aparte de los oficiales en cada país.
En El Salvador aún se conservan vestigios importantes de cómo se desarrollaban las comunidades indígenas siglos atrás, y muchas de sus tradiciones aún prevalecen en el tiempo.
La diputada Suecy Callejas destacó que con la declaratoria de la conmemoración nacional se da un valor mayor al legado que tienen los pueblos indígenas.
«Desde la Asamblea seguiremos contribuyendo a reivindicar sus derechos, preservar sus costumbres y tradiciones para que puedan transmitirlas a las futuras generaciones de nuestro país. Cada 9 de agosto, desde 1982 se celebra el Día Internacional de los Pueblos Indígenas. Las luchas son de los pueblos indígenas, no de los políticos que han estado detrás de ellos. De nada sirve que legislaturas pasadas aprobaran una ley sin un plan de ejecución para una política pública», mencionó Callejas.
En 1932, El Salvador registró uno de los peores etnocidios en la historia con la matanza de no menos de 25,000 campesinos en la zona occidental, de los cuales gran parte provenía de las comunidades indígenas que aún habitaban.
Iniciada como una represión a trabajadores que exigían mejores condiciones para labrar la tierra, el Gobierno del entonces presidente Maximiliano Hernández Martínez terminó asesinando a hombres sin diferenciar si eran campesinos disconformes o indígenas. La matanza de 1932 casi eliminó a la población indígena de occidente, sus costumbres, su idioma y su cosmovisión.