En enero de 2014, el emblemático Francisco Flores enfrentó una comisión legislativa que buscaba sacarle la verdad sobre el desvío de millones de dólares que provenían de Taiwán para los afectados por los terremotos.
Varios areneros afirmaron entonces que prominentes dirigentes del partido, así como empresarios detrás del Coena, le pidieron a Paco no asistir porque podría «meter las patas»; simplemente conocían bien el asunto. Pero el que fuera presidente de la república en 1999-2004 tenía más grande el ego que el monte Everest.
El resultado fue nefasto y triturador no solo para Paco, si no para la misma ARENA, pues terminó aceptando que «fueron varios sacos de millones de dólares que llegaron de Taiwán», sin especificar su destino, el cual como todos los salvadoreños sabemos no fue para los damnificados.
Los mismos areneros confirman que decidieron dejarlo solo, a su suerte, a tal grado que una solución que fue puesta sobre la mesa de devolver al menos $10 millones haciendo la «cabuda», y así salir lo mejor librados posible —como el cheque de la vergüenza— fue rechazada de tajo. Paco se quedó solo, como posteriormente lo confirmó su mismo hijo en un video.
Al menos Paco Flores puso en evidencia un caso de muchos, de cómo su partido político, secretamente, estafó a los salvadoreños desde que llegó al poder en 1989 con Cristiani: privatizaciones, venta de medicamentos, armas, componendas, dolarización, CELENEL, prebendas, «mentas» a periodistas y directores de medios, sobresueldos, permisibilidad para hacer leyes que beneficiaron a sus patrones empresariales que incluyeron millonaria evasión, entre otros.
Llegó el turno de la izquierda. Esa que prometía perseguir a los corruptos y someterlos a la justicia, con un Gobierno del «cambio». Y efectivamente fue eso, «el cambio» porque solo se cambió de bandera política, porque las prácticas fueron las mismas o peores; eso sí, fueron incapaces de gobernar para la gente, pero rapaces para su propio beneficio.
Escuchar desenfrenadamente a Eugenio Chicas ante diputados espetar que el FMLN es un partido honesto y que el profe es lo «más honorable e incorruptible» que hay, dice todo lo podrido y carroñero de ese instituto político, que continúa tratando a los salvadoreños de ignorantes.
Las pruebas de la corrupción del partido rojo son contundentes. El mismo Chicas aceptó que en sus gobiernos entregaban sobresueldos, pero que esto «era legal», al fiel estilo de la declaración del arenero Cristiani, confirmando que siempre fueron aliados desde que terminó el conflicto armado. El saltamontes siguiendo el guion de su maestro.
Veamos la honestidad del FMLN: hoyo de más de $108 millones en la presa El Chaparral; otros millones en la 5 de Noviembre; en el período del ladronazo de Funes se hicieron operaciones en las que se desviaron al menos $351 millones que terminaron en cuentas de testaferros, familiares, allegados del expresidente y personajes a quienes compraba; y qué decir de las «offshore» en Panamá; Polistepeque; sobresueldos, mentas a periodistas, ONG fachadas, ALBA, VECA, extensas propiedades como la de Sigfrido Reyes en Chalatenango; en fin, la lista es larga.
El FMLN no solo fue un Gobierno incapaz de llevar beneficio a los salvadoreños, sino que ha sido ave de rapiña —del latín «rapere» que es apoderarse o tomar por la fuerza— el dinero del pueblo.
Sin duda alguna, El Salvador ha sido el botín de estafadores tricolores y rojos. Gracias al pueblo salvadoreño que se cansó de tanto desfalco y del olvido al que fue sometido por 30 años es que ahora sí se puede perseguir y llevar ante la justicia a los corruptos rastreros, esos que hoy se hacen llamar «perseguidos políticos» y que hoy defienden periodistas corruptos y sus medios de comunicación