Alejandra Murillo, de 66 años, cambió la venta de obras literarias, que había mantenido desde hace 15 años, por la comercialización de calendarios, un rubro que pese a la tecnología sigue siendo buscado por la población.
Ella, junto con su hijo Jesús Alfaro, los vende desde hace cuatro años en su puesto ubicado en la 4.ª avenida norte, 1.ª y 3.ª calle oriente, en el centro de San Salvador. «La misma necesidad hace que uno busque sacar más ingresos; prácticamente son cuatro meses: octubre, noviembre, diciembre y parte de enero, los que hay que aprovechar. Este es el tiempo en el que se venden calendarios, ya de allí no, porque esto pasa», indicó Alejandra.
Aunque la venta de calendarios para ella y su hijo inició recientemente, este año tuvo que intensificarla debido a la suspensión de actividades académicas por la pandemia, lo que hizo que durante casi todo el año la venta de obras literarias fuera prácticamente nula.
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«Antes vendíamos solo obras, pero las obras no se venden ahorita porque los niños no fueron a la escuela durante todo el año. Tenemos fe de que las cosas con la enfermedad van a mejorar y esto va a pasar», agregó Murillo.
Ella aseguró que pese a los avances tecnológicos que le permiten a la gente imprimir sus propios calendarios o verlos en sus celulares, las personas todavía los buscan con insistencia. Según Alejandra, los más solicitados en su puesto son los que tienen motivos religiosos, musicales, deportivos, de caricaturas o con paisajes.
«Durante diciembre, las personas han buscado mucho los calendarios con imágenes de la Virgen de Guadalupe, ya que en este mes se la festeja, pero casi siempre los calendarios con dibujos animados son los que más se buscan», enfatizó.
También señaló que quienes todavía compran los calendarios son especialmente las personas mayores, quienes ven la necesidad de contar con un apoyo para hacer anotaciones o recordatorios de fechas importantes.

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«Los calendarios son un apoyo importante que la gente debe tener en casa, es una costumbre útil y todavía generalizada», dijo Jesús, hijo de Alejandra.
Al trabajo que Alejandra y su hijo desempeñan se suma el de su nieto, Miguel Alfaro, de 20 años, quien junto con ellos pasa todos los días apoyando el trabajo que se lleva a cabo en el puesto de venta de su abuela. El joven aseguró que se está preparando para continuar con el negocio familiar y expandirlo.
«Pues estoy tratando de adquirir experiencia en este rubro de los calendarios y las obras, y tratando de sobrevivir para solventar la situación económica en la que nos encontramos a causa de la pandemia», dijo Miguel.
Es de esta manera como a diario esta familia busca solventar su situación económica al vender estos productos que, de principio a fin, son elaborados por ellos mismos.
