Thomas Menino es uno de los alcaldes que más tiempo ha gobernado en Boston, Massachusetts, Estados Unidos. Durante 11 años se mantuvo al tope de las preferencias de los ciudadanos por su excelente trabajo comunitario.
El éxito de su desempeño fue su enfoque en las prioridades y en la creatividad en encontrar soluciones a la diversidad y complejidad de problemas. Como relojito suizo enfrentó cada situación una a una, pues, como él lo expresó, no creía en cambios dramáticos.
El territorio fue su oficina. Su silla, las aceras de las diferentes comunidades en las que escuchaba a su gente. Por eso fue conocido como el alcalde «comunitario». Impulsó la ciudad hacia el desarrollo en todos los aspectos. Promovió el comercio en una ciudad que mantenía limpia, ordenada y segura. Finalizar con el 82 % de aprobación lo dice todo. La enfermedad que lo llevó a dejar esta vida fue el motivo de su retiro.
Dice su obituario en «The New York Times»: «[…] Presidió uno de los renacimientos urbanos más exitosos de la historia norteamericana» y «[…] dejó una ciudad próspera y revitalizada».
Una historia muy distinta a la escrita por la mayoría de los alcaldes en El Salvador. Remontémonos a 1988, cuando fue aprobada la ley que dio vida al Fondo para el Desarrollo Económico y Social de los Municipios de El Salvador (Fodes) que autorizaba al Ministerio de Hacienda a realizar millonarias transferencias de dinero del presupuesto público hacia las municipalidades.
El objetivo de la ley era que ese dinero se usara para impulsar el desarrollo económico y social de los municipios. Esa transferencia llegó a sumar $373.2 millones en un año. Y no bastó solo eso. Los alcaldes comenzaron a endeudar las municipalidades, y esta deuda creció a $528 millones en 2018, un 2.1 % del PIB, aproximadamente.
Un estudio sobre el uso de ese dinero reveló que el 98.5 % de los 262 municipios no cumplió con la ley del Fodes. En 2018, Hacienda reveló que solo cuatro de los 262 municipios utilizaron el 75 % para la inversión.
Si el propósito del Fodes no se cumplió, ¿qué hicieron con los millones de dólares que recibieron los funcionarios municipales desde 1988? ¿Qué hicieron con los impuestos aportados por cada ciudadano y el dinero de las tasas por servicios municipales? Dirán algunos que lo usaron para pagar planillas y otros gastos.
Pero claro, ARENA y FMLN, principalmente, coparon las alcaldías con sus simpatizantes, sin que tuvieran experiencia alguna. ¡Cuánto dinero fue a parar a los bolsillos de esos alcaldes, de sus familiares y amigos! ¡Cuánto dinero del pueblo fue despilfarrado! Por cierto, ¿dónde estuvo la Corte de Cuentas?, ¿por qué los partidos políticos no hicieron nada ante la corrupción de sus funcionarios municipales? Por supuesto, la misma fórmula usaron ellos en sus gobiernos para robar el dinero de la nación. Por eso los ladrones hoy se autodenominan «perseguidos políticos». El pueblo lo sabe.
Nayib Bukele es el ejemplo de alcalde de excelente administración, de uso de los recursos y de llevar desarrollo social y económico a Nuevo Cuscatlán y a la capital salvadoreña. Y ahora, ejemplo de estadista, el mejor presidente de la historia nacional, reelegido por más de 2.7 millones de salvadoreños, y liderando la tabla de mandatarios con mayor aprobación en el continente por su trabajo por el pueblo.
Ahora estamos a unos cuantos días de que inicie una nueva historia territorial, con la recomposición de los municipios y sus distritos. Cuarenta y cuatro nuevos funcionarios se ponen al frente de los salvadoreños con la promesa de cumplir su mandato, de quienes se espera que no se acomoden como hicieron sus antecesores, sino ser alcaldes de territorio, de sentarse en las aceras limpias a escuchar a su gente, de hacer buen uso de los recursos, a ser creativos para resolver sus problemas, paso a paso.
Cada uno construirá su historia, esa por la que lucharon por estar en el lugar, y será el pueblo el que califique sus mandatos. Sean gente de territorio.
Dios bendiga su trabajo.