En la edición del domingo de «Diario El Salvador» destacamos en la portada que el país, por primera vez en su historia, cumplió una semana completa, siete días, sin homicidios. No hay registro de tantos días continuos sin que se reporten muertes violentas en El Salvador, por lo que, sin duda, se marcó un hito.
Sin embargo, el sábado tampoco se reportaron homicidios, de modo que ahora los días consecutivos sin asesinatos suben a ocho, lo que aumenta el récord durante el Gobierno del presidente Nayib Bukele.
Estas buenas noticias se deben a dos explicaciones: en primer lugar, la implementación, desde el primer día de la administración Bukele, del Plan Control Territorial; segundo, las medidas especiales durante el actual régimen de excepción que ha permitido darle más herramientas a las fuerzas de seguridad pública para combatir de manera frontal y directa a las pandillas.
Estos logros en seguridad pública, además, se explican en la decisión popular de extirpar a la corrupta clase política que bajo la alianza de ARENA-FMLN impedía el verdadero combate del crimen.
Con el control de los tres poderes del Estado, esta nefasta unión protegió a criminales y bloqueó iniciativas para perseguir de forma contundente a las pandillas, con las que pactaron treguas y negociaron votos a cambio de la sangre de inocentes.
Bajo esa misma alianza, los jueces buscaban cualquier tecnicismo para dejar en libertad a asesinos múltiples, violadores, mutiladores de personas, extorsionistas y traficantes de drogas.
Cuando el presidente Bukele tomó posesión del Gobierno desde la vieja Asamblea Legislativa hubo un sistemático bloqueo de sus iniciativas, basado no en el bienestar de la población, sino en mezquinos cálculos electorales. Creían que el fracaso en la promesa de llevar seguridad a los ciudadanos se traduciría en una victoria para ellos en las urnas.
Sin embargo, el pueblo salvadoreño se cansó del chantaje y sepultó a los viejos políticos, y le dio al partido del presidente, Nuevas Ideas, mayoría calificada, algo nunca antes visto en la historia democrática salvadoreña, pero por eso mucho más significativo para las élites políticas, que desde ese momento quedaron huérfanas de poder.
Gracias a ese voto mayoritario, el Gobierno ha implementado el Plan Control Territorial y, recientemente, el régimen de excepción. Son ocho días sin lamentar la muerte de ningún salvadoreño. Eso no solo es histórico, sino que también muy esperanzador, revelador del nuevo país que se construye.