Vegetar en un escritorio, o solo aparecer en eventos cortando cintas y en canales de televisión repitiendo el mismo discurso, no va acorde con la visión de desarrollo y cambios que impulsa el presidente Nayib Bukele.
Por eso, se hace más que necesaria una evaluación de desempeño para funcionarios, la cual es una herramienta fundamental que oriente a los servidores públicos al cumplimiento de los objetivos del Estado y sus instituciones.
La administración del presidente Bukele propone un enfoque con base en resultados prácticos a corto, mediano y largo plazo, encaminados hacia el manejo eficiente de los recursos y los impactos en la población.
Los funcionarios en gobiernos anteriores eran verdaderos búnkeres, inaccesibles para la población; los cargos eran más para presumir poder que para ejercerlos en función del bienestar de la población, rodeados de un séquito de seguridad. Sus teléfonos y contactos debían pasar por los filtros de sus asistentes, más parecían actores de Hollywood que verdaderos servidores del pueblo. El presidente Bukele ha dado un buen ejemplo de cómo debe ser la administración pública moderna.
Una evaluación a los funcionarios pone de manifiesto sus puntos débiles y fuertes con el fin de ayudarles a mejorar, siendo ese el objetivo para establecer planes de formación y reforzar su desarrollo profesional. Es de vital importancia que el equipo de Gobierno tenga la capacidad suficiente para ser buen ejecutor de las políticas públicas. Se debe mostrar en todo momento una disposición por resolver las problemáticas que surjan y que limitan el desarrollo, buscando mantener una conexión directa con los sectores más necesitados del país.
Un empresario solo busca el crecimiento y desarrollo de la empresa para la cual trabaja, pero el funcionario trabaja para una población, y sus actividades serán fiscalizadas por cada ciudadano, lo cual hace más delicada su situación, ya que debe siempre estar dispuesto a atender y resolver a quien le demande sus servicios. Esa es la razón fundamental para que todo aquel que inicia una carrera dentro de cualquier cartera de Estado deba tener una formación en el campo de la administración pública.
Es de reconocer que ya se están haciendo esfuerzos para modernizar y tecnificar la administración pública, pero falta todavía que los cargos públicos se ofrezcan por verdaderas calificaciones, como resultados de concursos públicos y que los ganadores sean los más capaces y con los créditos académicos necesarios que sustenten su formación. Aún estamos lejos de esos procesos, pero ya estamos en el inicio de esa vía correcta. Solo las personas más capaces pueden hacer que un país se desarrolle, si no, todo se vuelve cosmético, sin resultados concretos, sin los cambios esperados. Si se quiere modernizar la administración pública hay que formar al funcionario.
En esto juegan un papel muy importante las universidades; en este país son contados, y casi mínimo, los profesionales que ostentan un grado de Doctorado en Administración Pública. En los países desarrollados, como Estados Unidos y las naciones asiáticas, hay toda una verdadera administración pública por méritos, incluso legislada de tal manera que todo aquel que opta por un cargo público debe ser por cualificaciones académicas y méritos demostrables, conforme a sus capacidades.