Durante décadas, la estrecha relación entre el poder fáctico y los militares fue una característica que definió la política salvadoreña. En los años sesenta, la derecha oligárquica-militarista mantuvo con firmeza su predominio ante una naciente oferta política verde comandada por Napoleón Duarte y la subyugada, pero siempre sediciosa, izquierda comunista.
Desde entonces, fue notable la capacidad de los pudientes tradicionales para renovar sus trincheras políticas que protegieran sus intereses y sus rostros, siempre detrás de las cortinas. Es así como en abril de 1962 y en marzo de 1967 se agenciaron las presidenciales de la mano de su nueva creación, el Partido de Conciliación Nacional (PCN), para lo cual contaron con la ayuda de fundadores disidentes del PDC.
Con la nueva muda política apenas y recibieron algunos reveses ante la fuerza de Duarte y sus aliados, quienes lograron arrebatarles la alcaldía de San Salvador desde 1964 hasta 1970 y obtener más escaños legislativos en 1964.
Más que cachetadas políticas, para el poder implacable significaba un verdadero peligro en eventos electorales presidenciales próximos y para sus objetivos de control total de las instituciones del Estado en beneficio único de sus cofres del tesoro. Por lo que no se quedaron de brazos cruzados y en 1972 y 1977 se aseguraron de no ser sorprendidos nuevamente. Ambas elecciones estuvieron cargadas de fraude electoral.
Luego de los trompicones de las juntas revolucionarias entre 1979 y 1982, y en medio de la cruenta guerra civil protagonizada por los militares y las fuerzas insurgentes del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), el poder fáctico mudó a otra trinchera política: Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), que junto con el desgastado PCN formaron un frente para recuperar el control perdido en 1984.
Es así que, en 1989, el nuevo ropaje de la derecha logró restablecer el sistema de gobierno oligárquico, es decir, recuperó el poder para una clase social «privilegiada», ante la maquinaria verde disminuida por el desgaste del conflicto armado y, en parte, por la pérdida de su principal liderazgo.
En 1992, una nueva vestimenta fáctica fue elaborada con hilos tricolores y azules y con jirones del PDC, en común acuerdo con una cómoda y ambiciosa oposición roja, con la que entrelazaron seis gobiernos en perjuicio del pueblo; la muda perfecta para controlar el sistema y gozar del «ojo pacho» de los medios de comunicación tradicionales y la misma comunidad internacional.
Fue interesante también ser testigos de que, ante el desgaste de ARENA por la espeluznante y veloz corrupción, los poderes fácticos tuvieron que recurrir a instituciones y organizaciones no gubernamentales para sostener políticamente el sistema oligárquico. Fusades —que en un escaso momento gozó de cierto prestigio, principalmente ante los periodistas— fue sumado abiertamente al grupo de activistas políticos conformado por la ANEP, Funde, las ONG de la izquierda y la prensa tradicional.
Y desde 2012, ante el surgimiento de un nuevo liderazgo fuera de su control político, el poder fáctico financió no solo trincheras digitales para vender como «verdades» sus intereses perversos, sino también a líderes religiosos y académicos, y nuevas ONG de activismo político tejieron una nueva muda para hacer frente al joven que ponía en riesgo la mesa del poder y quien ya había sido elegido por los habitantes de Nuevo Cuscatlán.
En 2015, el soberano constitucional asestó otro «uppercut» al sistema oligárquico: el pueblo capitalino le dio la victoria municipal a Nayib Bukele. Desde entonces y ante la veloz popularidad que el joven político alcanzaba por sus excelentes obras desde la alcaldía de San Salvador, el poder fáctico comenzó a montar con urgencia un solo bloque con la consigna «todos contra Nayib», que es lo mismo «todos contra los salvadoreños». En 2019, fueron humillados por el pueblo que mandó a la lona el sistema corrupto y financista de grupos criminales.
Ahora, la nueva vestimenta de «defensores de democracia, derechos humanos y transparencia», que más falsa y pusilánime no puede ser, adoptada por ese poder, ha sido vendida a escala internacional por empresarios evasores antipueblo y «seudoperiodistas» provenientes de sus trincheras digitales, a quienes les compran premios.
La no tan nueva noticia es que el pueblo se encamina a consolidar su gobierno en 2024. ¿Qué nueva muda.