Este filósofo griego del siglo I a. C. pensaba que nada es inmutable, que todo fluye, y, por tanto, nadie se puede meter dos veces en el mismo río. Creía entonces que no hay nada estable y que todo es lo por venir. Obviamente, aunque había mucha razón en su afirmación, él no era cristiano ni tenía una mente cristiana educada, por lo que no tenía presente la verdad bíblica de que la única constante es Dios, pues Él es el único que no cambia, es inmutable en su ser. Él es el autor y la roca de nuestra salvación y cuya obra es perfecta.
Si lo vemos desde la perspectiva de las matemáticas, diríamos que Él es el absoluto, por lo cual todo lo demás es y debe ser relativo a su ser y existencia. Además, Dios es el infinito, sin principio y sin fin de días; el mismo ayer, hoy y por los siglos. Como dijo el apóstol Pablo, «porque en Él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: porque linaje suyo somos». (Hechos 17:28)
Los seres humanos no vivimos en el vacío; la realidad en la que existimos es la creada por Dios mismo y en la que él lo llena todo con su omnipresencia. Él es el inalterable y Él es el porvenir. Por tanto, Él debe ser siempre el punto de referencia y todo lo que esperemos vendrá de Él.
Pudiéramos entonces afirmar que siendo esta la realidad en la que nos movemos, si pensamos en el arte del liderazgo, una habilidad vital para liderar sería la capacidad de gestionar el cambio. Los que tomarán el liderazgo serán no los que reaccionan con temor a los cambios o se enfrentan a ellos y los rechazan, sino los que saben navegar en el cambio para continuar avanzando en el cumplimiento de su misión y el alcance de su visión, sean estas reflejadas en metas personales o corporativas. El cambio quizá solo sea una variación circunstancial en las reglas del juego, pero no debe cambiar nuestra misión si está clara y bien definida.
Esta pandemia que aún vivimos nos está dando esta gran lección: el cambio solo es una variación en las circunstancias, las cuales muchas veces, aunque queramos, no podemos controlar. El desafío es que el líder será aquel que sabe gestionar el cambio y navegar en él para continuar en pos de su visión y misión, y sacará los mejores beneficios de la variación de esas circunstancias. No veamos el cambio como bueno o malo en sí mismo, veámoslo como un llamado del Dios que no cambia para sus criaturas, donde probablemente tengamos que cambiar muchas cosas.
¿Qué cosas has sido llamado a cambiar en tu vida personal, familiar, empresarial? El liderazgo es mejor y más fácil cuando conocemos a Dios y podemos confiar en Él, aun en las circunstancias más difíciles, porque sabemos que Él es el absoluto y el infinito; el soberano e inmutable Dios que tiene todo bajo control y que todo lo hace para bien y para llevar a cabo sus propósitos en nuestras vidas en la tierra.
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