Lo que sucederá en Argentina desde estos días hasta el 10 de diciembre próximo será algo más que la reconfiguración del mapa político del país, diseñado por el modelo populista del kirchnerismo a partir de 2003, cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia de la república. Lo que resulta hoy después de 20 años es lamentable: 140 % de inflación interanual y 18.5 millones de habitantes en la pobreza. Para «The Economist», el índice de argentinos para quienes no es posible ya adquirir la canasta básica de bienes y pagar a la vez servicios indispensables como el transporte, ha subido del 36 % al 40 %. En «La Nación», Carlos Pagni advierte que el Banco Central ya no puede utilizar sus reservas sin consumir los depósitos de los ahorristas. No hay dinero para pagar a los acreedores nacionales y extranjeros. Ante un modelo perverso que conduce a un país a estas condiciones, no parece posible una política gradualista; ya lo hizo Macri y fracasó. Por ello, el tratamiento de «shock», ordenado y todo, pero «shock».
Comienza a aparecer el Milei estadista que prepara a Argentina para iniciar un camino que nunca antes ha transitado. De ahí su repentino viaje a EE. UU. para reunirse con organismos financieros y la conformación cuidadosa, que a veces parece errática, de su gabinete.
La elección de ministros ha ampliado el círculo original de Milei. El momento requiere sentido de realidad y flexibilidad, que no es lo mismo que oportunismo, porque se trata de forjar alianzas con todos los sectores posibles. Es la hora del político o, como escribe Maquiavelo en el capítulo XVIII de «El Príncipe», el de la transformación del león en zorra: «[…] Porque el león no se defiende de las trampas, ni la zorra de los lobos. Requiere, por lo tanto, ser zorra para reconocer las trampas, y león para amedrentar a los lobos».
La condición de rey de la selva fue ejercida a plenitud antes y durante la campaña presidencial hasta la primera vuelta. La motosierra era el equivalente de las garras y los dientes del felino. «Viva la libertad, carajo», resonaba por toda la selva. Pero ahora, que es el momento del oído para evitar las trampas, Milei escucha desde Alberto Fernández a Juan Schiaretti y Daniel Scioli hasta Patricia Bullrich y Mauricio Macri. El perfil de los futuros ministros lo muestra: «Eficaces para achicar el Estado y eliminar impuestos», como indicó Diana Mondino; «con probada aptitud» para la función pública, según Joaquín Morales Solá en «La Nación».
Los nombres responden a ese perfil, sean o no del equipo original de Milei. Basta ver tres nombres claves: Diana Mondino, la nueva canciller, electa asambleísta nacional por La Libertad Avanza, con un extraordinario currículum y enorme experiencia, tiene la estratégica tarea de manejar las relaciones con EE. UU., Brasil, China, entre otras. Ya fue a Brasilia a invitar a Lula a la toma de posesión presidencial. Luis Caputo, que suena como ministro de Economía, una vez postergada la dolarización, fue secretario de finanzas y presidente del Banco Central durante el Gobierno de Macri. Patricia Bullrich, igualmente ministra de Seguridad de Macri, ha aceptado la misma cartera. Guillermo Francos, ministro del Interior, debe abrir contactos con el peronismo no kirchnerista; Daniel Scioli, embajador en Brasilia; y Juan Schiaretti, el más fuerte gobernador peronista, en una provincia estratégica, Córdoba.
No se trata de aplicar recetas de Maquiavelo, como cree el pragmatismo ingenuo. El florentino tiene una visión de la condición humana políticamente incorrecta para una época marcada por el garantismo. Pero que responde al nuevo elector del siglo XXI.