Democracia y «lo público mejor que lo privado» son los términos de la nueva ecuación política, siendo la x el pueblo. En nuestro caso, la x no es una incógnita, es una constante, por lo que antagoniza con la ecuación de la espuria democracia del bipartidismo, cuyos términos eran muerte, corrupción e impunidad.
A partir de 2019, la democracia universal es una realidad en construcción (no puede haber democracia en un país dominado por delincuentes) debido a que la diáspora recobró la nacionalidad al recobrar los derechos políticos que le robaron para que no participara. A los partidos de oposición les conviene (como cuando fueron Gobierno) que participe la menor cantidad posible de personas, pues en sus «años maravillosos» el sello del escrutinio final lo ponía el abstencionismo inoculado y la apatía era la cultura política de súbdito que reproducía el poder.
En contrasentido, es alegórico el voto remoto que aumenta la participación electoral y robustece la democracia. Mientras tanto, los candidatos opositores maldicen la universalización de la democracia, no solo porque el abstencionismo es su conciencia electoral, sino también porque saben que tienen perdidas las elecciones. La táctica que les queda es desmovilizar votantes y alegar un fraude del TSE con el objetivo de que la ciudadanía no crea en la transparencia del proceso y, en consecuencia, no asista a votar, siempre y cuando asistan sus «votos duros» para ganar más diputados. Tal desmovilización se quiso concretar con la diáspora al oponerse a la legislación que les permite votar libremente. Esa táctica inicua de desmovilizar votantes —que antes lograban con el fantasma del miedo— deja claro que, para el «antipueblo», las elecciones deben ser restrictivas. Sin embargo, la oposición se suicida a diario y, si tiene un buen día, «abre la boca y mete la pata» (perfecta sincronía de movimiento), cuando exige democracia y promueve acciones que la niegan.
En tono sociológico, el enfrentamiento entre los que quieren universalizar el voto (con Nayib como pregonero) y los que quieren restringirlo es una lucha política, no electoral; una lucha cultural entre la democracia universal y la democracia negacionista de sí misma. Y es que, al ser pírrico el caudal de votos de los opositores (un cortísimo «spot» del presidente los puso a temblar), lo único que puede desmovilizar a los votantes es el exceso de confianza (autodesmovilización), lo que se enmienda al plantearles retos históricos que exigen una asistencia masiva, siendo esa una motivación para que los ciudadanos asuman el papel de constructores «despiertos» de la historia.
Uno de los problemas de la democracia que se universaliza no es el abstencionismo (cual protesta silenciosa), sino que «la no asistencia a votar» por exceso de confianza, lo que no es lo mismo, aunque luzca igual. Y es que la democracia se legitima y es cultura en la medida en que la participación electoral crece. Para vincular la reinvención con la universalización de la democracia que la sustenta, cultural y políticamente es imprescindible la votación masiva para que sea decisiva.
Es crucial distinguir entre participación política y participación electoral. El llamado de Nayib a acudir masivamente (para plebiscitar su gestión que nos hizo pasar del país más peligroso al más seguro) es participación política, no electoral, en tanto la primera tiene que ver con la cultura política democrática; y la segunda, con asumir retos parciales: garantizar que estas elecciones sean las de mayor participación histórica, y que el escrutinio formalice la revocatoria de existencia de «los partidos de la muerte».
El reto propuesto por Nayib es que la participación política sea sinónimo de participación electoral, y ello se logra cuando esta es una radicalidad democrática que garantiza que el pasado no vuelva a pasar. Entonces, no ir a votar por exceso de confianza es abstenerse de la participación electoral, mas no de la participación política, ya que no pone en peligro los resultados favorables, sino la necesaria contundencia de dichos resultados para evitar que la oposición vuelva a montar un Gobierno paralelo contra el pueblo. El voto masivo es decisivo.