Existen varias teorías sobre la extinción de los dinosaurios, pero independientemente de si se debió a un asteroide o a la actividad volcánica, no hay duda de que no fue provocada por ellos mismos. En cambio, nosotros, los humanos, sí estamos provocando nuestra propia extinción al encaminarnos hacia un desastre climático.
Un inusual pero importante orador en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el dinosaurio Frankie, es el protagonista de un cortometraje producido por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), y hace un claro llamado a todos los países: «No elijan la extinción».
Aunque la película es divertida, el tema es bastante serio. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), los cambios en el clima se han acelerado, generalizado e intensificado, y la influencia humana es inequívoca.
Una investigación del PNUD disponible en la web de la campaña (dontchooexictinction.com) revela que se gastan $423,000 millones al año en subvencionar los combustibles fósiles (petróleo y electricidad generada por la quema de otros combustibles fósiles, el gas y el carbón). Esta suma podría cubrir el costo de las vacunas contra la COVID-19 para todas las personas del mundo o pagar tres veces la cantidad anual necesaria para erradicar la pobreza extrema global.
Al mismo tiempo, el aumento de la temperatura global está causando mayor degradación ambiental, sequías, inseguridad hídrica y alimentaria, incendios y condiciones meteorológicas extremas que impactan especialmente a los países y a las personas más vulnerables, como aquellas que viven en condiciones de pobreza.
A consecuencia de esto, por ejemplo, más de 410,000 personas murieron en tormentas extremas en el mundo en la última década y hubo múltiples pérdidas económicas. En El Salvador, el año pasado, las tormentas Amanda y Cristóbal generaron pérdidas y daños de $361.37 millones en los sectores público y privado (PDNA, 2020).
Cualquier indicador climático y sus efectos que se analicen son preocupantes. Estamos en «modo de emergencia» y debemos acelerar nuestra acción climática si queremos tener un planeta justo y habitable, tener un futuro sostenible.
Aunque el compromiso de contener el aumento de la temperatura global fue renovado recientemente por casi 200 países, al cierre de la Conferencia sobre el Cambio Climático (COP26) hace falta redoblar esfuerzos. Como ha dicho el administrador general del PNUD, Achim Steiner, «el mundo aún está muy lejos de donde debe estar para detener los impactos del cambio climático».
Los resultados de la COP26 reafirman la importancia del Acuerdo de París y las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés), pero también la relevancia de brindar apoyo financiero y técnico para que los países puedan hacerlas realidad. Este apoyo debe tomar en cuenta las necesidades de las comunidades más afectadas y las personas dejadas atrás.
El PNUD apoya a 120 países a través de la Promesa Climática, contribuyendo con las políticas de energía, género, adaptación o bosques, entre otras áreas. En El Salvador, el PNUD es un aliado estratégico en la creación e implementación de estrategias sostenibles que respondan a la emergencia climática, con el fin de salvar vidas y medios de subsistencia.
Junto con el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN), el Ministerio de Hacienda y el Ministerio de Relaciones Exteriores, y con apoyo de los gobiernos de Alemania, Suecia y el Reino Unido, trabajamos para aumentar la ambición y la acción climática. Apoyamos al Gobierno del El Salvador en su coordinación interinstitucional e intersectorial para la acción climática acorde con las metas de desarrollo del país y a los compromisos establecidos por el Acuerdo de París.
La recuperación de la pandemia de la COVID-19 puede ser una oportunidad para hacer cambios relevantes, como invertir en la transición a fuentes de energía limpia y a economías verdes, alineadas con los compromisos establecidos en las NDC de El Salvador y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Pero las transformaciones no le corresponden solo a los Gobiernos, sectores económicos o cooperación. Individuos y sociedades debemos hacer cambios concretos y urgentes en nuestra vida cotidiana orientados al respeto y el equilibrio con la naturaleza, que tendrán un impacto enorme en nuestro porvenir.
Reducir nuestra huella de carbono y el impacto que generan nuestros hábitos insostenibles es crucial para prevenir nuestra extinción. Es importante reducir, reutilizar y reciclar. Cuidar nuestro consumo de energía, comprar alimentos locales y de temporada, reducir la conducción de automotores y planificar nuestros desplazamientos son algunos ejemplos.
No podemos perder el tiempo, es ahora o nunca. Como bien dice el dinosaurio Frankie, debemos salvar a nuestra especie antes de que sea demasiado tarde. Es hora de que dejemos de poner excusas y comencemos a hacer cambios. No elijamos la extinción.