«Qué felices éramos y no lo sabíamos, hasta hace unos tres años, cuando en nuestros medios escritos, que hoy nadie lee, salía en primera plana: «Sesenta salvadoreños asesinados por pandillas ayer, incluidos dos soldados y un policía». Cuán importantes nos sentíamos, cuán valiosos éramos, cuánta plata nos entraba de afuera para nuestras ONG fachadas, qué sueldazos nos repartíamos, nos invitaba Moisés a analizar la situación y un día antes nos indicaba los pormenores de la entrevista, por supuesto, a nosotros, los expertos.
Lo felices que fueron nuestros compañeros cuando vinieron del Castillo de Chapultepec bien trajeados y tomando whisky, alegres por haber estrechado la mano de Cristiani, el que anda huyendo en Italia, cuanto festejaron a los mártires de la UCA y el asesinato de monseñor, nos abría grandes posibilidades.
Éramos la cúpula, a los que nos protegía la ley de amnistía, la época de los chanchullos, los mandamases nos invitaban a la embajada, a Fusades, a la ANEP a repartirnos el pastel, esos sí eran buenos tiempos, nos servían grandes viandas, buen licor y maletines negros. ¡¡¡Ah, los maletines negros!!!, los saquitos y los sobres de Capres. Qué tiempos aquellos, la tregua, ¡¡¡ah, la tregua!!!, cuando negociábamos la cuota, cuánto billete se movía con las extorsiones. Es un pecado, ¿de qué vivirán ahora estas pobres familias? Aquellas sí eran parrandas en los penales; prostitutas, drogas, alcohol, música, los buenos tiempos; ahora son orden, control y disciplina.
Qué triste ver ahora a nuestros compañeros dirigentes drogados y embrutecidos por el alcohol, huyendo de la justicia, hoy han aparecido otros que nadie conoce y que solo locuras hablan, ya no se diga de los posibles candidatos, hasta a mí me dan pena, son más oportunistas que los anteriores. Cómo nos gustaba ver felices a nuestros dirigentes construyéndose aquellas mansiones, planificando lo del Chaparral, lo de la Diego de Holguín, gozando de aquellos $10,000 millones de las pensiones, los desfalcos del ISSS, de la CEL, la privatización de los bancos y las telecomunicaciones, entre las que me acuerdo. Esos tiempos, cuando nosotros mandábamos, ya no volverán.
Cómo me entristece ver ahora a la mayoría felices y seguros en sus barrios, disfrutando de edificios con internet, juegos y biblioteca, antes ahí mandaban nuestros compañeros de las maras, me da envidia y me entristece ver a la mayoría tranquilos en el centro en la noche. Qué envidia ver a la gente feliz en las playas disfrutando sin temor, en los pueblos y barrios, ese buen manejo de la pandemia y el Hospital El Salvador, la reconstrucción de miles de escuelas y todos los hospitales, esas nuevas carreteras y puentes, esos grandes proyectos de aeropuertos y trenes que pronto se materializarán como todo lo que prometió. Qué envidia que puedan disfrutar de Sunset Park.
Pagó los $800 millones, quedamos otra vez de idiotas, yo ya ni salgo porque me gritan de todo en la calle. Oriente cómo cambió, con pasos a desnivel y periféricos. Nosotros nunca hicimos nada, me hierve la sangre cuando salen esas encuestas con el 97 % de aceptación. Preparémonos, que vienen con algo nuevo que la mayoría necesita. Hay que argumentar en contra aunque nos hundamos más. Pasar de los países más violentos al más seguro de América. ¿Qué nos pasó? Yo estoy viendo para dónde me voy, a Nicaragua o a México, no sé».
Conversación en la esquina más criminal, incoherente, ignorante y sin futuro. El resto, el 97 % está feliz, vive en paz y de forma segura, convencido de que esos tiempos no volverán y de que en poco tiempo se ha comenzado a rescatar a nuestro querido país de las garras del infierno, gracias a nuestro excelentísimo presidente y a su equipo, que con su liderazgo y el apoyo mayoritario se está transformando nuestro querido El Salvador.
Sigamos adelante con determinación.