¿Cómo hacemos para resolver este dilema?, si en 5,000 millones de años se gestó la vida de todas las especies, y el producto que somos nosotros, igual que el de las demás, vino generado deficiencias, debilidades o «diferencias», con las cuales ingresamos a un contexto llamado posteriormente «social».
En estas formaciones sociales, por razones hasta obvias, el peligro era ser atacados por otras especies más desarrolladas por su fuerza o por problemas de abastecimiento. En fin, se establecieron diferencias que crearon una sociedad de clases, muy bien definidas por Karl Marx junto con Friedrich Engels, estableciéndose las luchas entre ellas por la supervivencia, creando un parámetro de competencia y unos valores humanos determinados por esas capacidades de supervivencia.
Las clases estuvieron siempre allí, en la sociedad, y acompañaron su desarrollo evolutivo, que fue configurándose a lo largo de centenares de años de lucha constante, y fue en el estudio de Marx donde se comprendió mejor la constitución de las clases sociales desde su nacimiento, desarrollo, fortalecimiento y ubicación sobre el resto de la sociedad, fundamentalmente basada en esos términos de la acumulación de capitales y propiedades físicas, como espacio o territorio, dominio de los medios productivos y las herramientas para estabilizar el consumo de sus pobladores.
La primera herramienta del «homo» fue la lucha por los recursos y su ubicación social, y esta desarrolló el crecimiento potencial de cada espacio, desplazamiento y sojuzgamiento de cada clase por otra, hasta hoy aún nos amenazan con una posible guerra atómica si protestamos mucho por la guerra en Ucrania, por ejemplo.
Las «clases», con una gran variedad de nombres: burgueses, proletarios, lacayos y amos, señores y esclavos, faraones o zares, en definitiva: ricos y pobres, con la modalidad más actual de millonarios y marginales… Una clasificación y estratificación como las describe la antropóloga Mariella Hernández Moncada: «Existe desde los pueblos originarios que habitaron El Salvador: nahuapipil, lenca y cacaopera. Fenómenos como la globalización y la migración forzada han desarticulado en gran medida su tejido social siempre», pero se dividieron entre ricos, dueños, amos de los territorios conquistados y marginados trabajadores, pescadores, proveedores del sustento.
Adonde queremos llegar aquí es a la más profunda descomposición y abandono de esa clase desposeída, marginada en todos los tiempos de nuestra historia contemporánea, de la que ningún gobierno anterior se había ocupado. Si sigue siendo una clase, como definíamos en la historia de las especies, que adolece de debilidades o «diferencias» por razones hasta etnológicas o antropológicas si se quiere, pero que tienen derechos humanos consagrados en leyes universales, pero jamás se hizo nada por ellos más que migajas, subsidios, albergues, racionamientos, uno que otro estímulo electoralista. Hoy, este Gobierno se aboca a resolver con medidas concretas de reconstrucción de esas capas sociales abandonadas siempre.