Nunca imaginé que la mal llamada oposición salvadoreña fuese merecedora de tantos desprecios y rechazos. A continuación, expongo una serie de adjetivos que fueron obtenidos de conversaciones privadas, reuniones entre conocidos y grupos en WhatsApp de los cuales formo parte. Además de tomar en cuenta a los seguidores de youtuberos y las diferentes redes sociales, como Facebook, Twitter, etcétera.
Todas estas reacciones no son más que la respuesta de ciudadanos como usted, como su servidor, que durante 30 años sufrimos los estragos que ARENA y el FMLN causaron a nuestro país.
Aclaro que todo lo expuesto en las siguientes líneas no son el resultado de encuestas, de inferencia estadística, muchos menos de estudios basados en técnicas científicas, más bien son el producto de expresiones recogidas como internauta, y en donde el factor colectivo es el sentido común de la gente el cual está expresado por un irrefutable rechazo de los salvadoreños.
Cabe destacar que las palabras que más suenan por parte de las grandes mayorías son las de una oposición corrupta, ladrona, aprovechada, mañosa, traidora, falsa, manipuladora, malnacida, farsante, incapaz, indeseable y mentirosa.
Para otro gran segmento de la población no pasa de ser una oposición despojadora, adúltera de la verdad, reyes de la mentira, inconsecuente, absurda, incoherente, aprovechadora, insensible, antipática, inepta, excluyente, miserable, malvada y desesperada.
En algunas reuniones privadas hay un secreto a voces: que son una oposición poco inteligente, cerrada, calumniadora, embaucadora, difamadora, parásita, depredadora, a lo cual su servidor acota que son una oposición nefasta, peligrosa y perdida. Todo esto me llevó a recordar una frase en alemán que claramente define a los políticos aprovechados: «dunkle politiker», que en la traducción al español significa políticos oscuros, ciertamente una figura que por décadas persistió en nuestro país.
En mi entorno más cercano escuché de viva voz que son una oposición imbécil, cretina, estúpida, soñadora, inaguantable, incompetente, torpe, lerda, retrógrada y morbosa.
En la diversidad de grupos de WhatsApp redundaron expresiones como una oposición deshonesta, corrompida, descompuesta, putrefacta, dolida, pútrida y viciosa. Me reservo algunas expresiones por respeto al medio que nos permite publicar, y sobre todo a nuestros distinguidos lectores que se informan del acontecer nacional en «Diario El Salvador».
En las diversas plataformas de internet logré identificar expresiones mucho más directas, y allí el sentir de los internautas los llevó a utilizar adjetivos como el de una oposición hipócrita, desleal, tramposa, fraudulenta, intrigante y aprovechada.
Muchos seguidores de youtuberos califican a los opositores como gorgojos, parásitos, burros, animales, ratas, cerdos, tacuacines, malnacidos, embaucadores, estafadores, rufianes, tramposos, zopilotes, aves de rapiña, garrapatas, peste, mantenidos, cuatreros y mamarrachos.
Todo lo anterior me llevó a concluir que la oposición salvadoreña no entendió hasta este día que debe enterrar sus himnos de batalla, falsas ideologías, colores partidarios y sobre todo permitir el surgimiento de nuevos liderazgos, en donde no dudo de que existan perfiles de ciudadanos capaces. Pero esto último, además, requiere la expulsión de sus filas de todos aquellos dirigentes políticos que durante años saquearon las arcas del Estado. Caso contrario, estará condenada a ser despreciada por las grandes mayorías.
En la memoria colectiva de nuestro pueblo, ARENA y el FMLN solo representan una trayectoria política fallida a la que nadie está dispuesto a volver. Por lo tanto, ustedes, señores de la mal llamada oposición, la única vía lógica es desaparecer, y conste que lo mencionado en el presente artículo no es producto de mi imaginación, no, para nada. Es, más bien, el resultado de lo que la mayoría de las personas expresan en el diario vivir.
No es de extrañarse que el panorama político que enfrentan los partidos tradicionales no solo es poco alentador, triste y tétrico, sino un rumbo directo al fracaso. Un fenómeno que encuentra su explicación más cercana en la realidad, como consecuencia del grado de torpeza que los ha caracterizado.