Discutir sobre si El Salvador está mejor o peor que hace cuatro años ya debería de ser un tema superado. Seguir en la misma retórica sobre que está igual o peor solo es desperdicio de tiempo, oxígeno y neuronas; y los tres son muy valiosos.
El Salvador está mejor no solo por el inédito e histórico registro del descenso abismal de los homicidios, que eran cometidos, en su gran mayoría, por los grupos de pandillas o maras que sometieron a los salvadoreños a vivir bajo el péndulo de la muerte y el terror.
Cuando el pueblo menospreció a las fuerzas políticas gobernantes de derechas e izquierdas vigentes durante 30 años, los cambios comenzaron a dibujar un país muy diferente; algunos de estos eran impensables para muchos salvadoreños que nunca imaginaron ver «semejantes» transformaciones. Poder visitar a parientes y amigos en el mismo municipio, caminar a altas horas de la noche con seguridad, ver cascos urbanos históricos recuperados, poder vender minutas o paletas sin pagar extorsión, generar una nueva imagen de El Salvador en el extranjero, comenzar a hacer un buen y mejor aprovechamiento de los recursos nacionales, tener un mandatario con alta aceptación nacional e internacional, ver a estudiantes del sistema público con herramientas tecnológicas de primer mundo, poner en marcha reorganizaciones político-administrativas, darle su verdadero lugar y valor a la diáspora… pareciera ser demasiado en tan poco tiempo.
Bajo una visión gubernamental totalmente disruptiva, con el presidente Nayib Bukele dirigiendo, y el partido Nuevas Ideas como la primera fuerza política que desde 2021 en la Asamblea Legislativa ha dado la tan necesaria gobernabilidad, se están colocando bases suficientemente profundas y sólidas para que El Salvador dentro de 10 o 20 años sea todavía más diferente, con una sociedad que goce de los beneficios de dichas transformaciones y se pueda asegurar para las siguientes generaciones un futuro que las actuales solo visionamos.
Pero el refrán popular de que destruir es más fácil que construir debe calar entre los salvadoreños después de una guerra civil y otra social. ¿Cuántas veces se buscó impulsar cambios de fondo que no encontraron el cauce adecuado debido a muchos diques que retenían intereses particulares?
Sostener los logros alcanzados como sociedad salvadoreña, que iniciaron en 2019 y prosiguieron en 2021, con dos elecciones trascendentales como resultado de la voluntad del soberano, pasa por dar continuidad tanto política como administrativa, pues falta mucho por corregir de lo mal hecho por décadas.
¿Qué hacer para que haya continuidad? ¿Qué sistema es el más idóneo para fortalecer esa continuidad? ¿Quién puede/debe liderar esa continuidad? ¿Cómo lograr que esa continuidad no se vuelva contraproducente?
Corresponde a todos los ciudadanos, patriotas, políticos, sociólogos, docentes, estudiantes, filósofos, periodistas, verdaderos amigos diplomáticos, sociedad en general, razonar sobre dichas interrogantes, sacar conclusiones y actuar.
El soberano es el pueblo y el Gobierno Central, el Tribunal Supremo Electoral, los miembros de los organismos electorales temporales, partidos políticos, sociedad organizada, observadores nacionales e internacionales, entre otros, debemos trabajar por hacer que se respete esa voluntad. Siempre habrá grupúsculos que renegarán de la decisión democrática, de las mayorías, como ya ocurre, lo que evidencia que su discurso sobre democracia solo obedece a sus intereses o los que representan.
Las próximas elecciones de febrero y marzo de 2024 tendrán varias particularidades: se elegirá solamente a 44 alcaldes y no a 262; se escogerá a 60 diputados y no a 84, sin el sistema desigual de residuos; uno de los candidatos buscará ganar por segunda vez consecutiva, estando habilitado por la resolución 1-2021 de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia; los salvadoreños en el exterior podrán votar de forma electrónica remota o presencial para presidente y diputados legislativos; la primer fuerza política-electoral (Nuevas Ideas) participará en todas las elecciones, luego de habérsele negado las presidenciales de 2019.
El escenario está puesto para que los votantes decidamos por la continuidad.