El Salvador está experimentando cambios significativos. Está pasando de ser considerado un país peligroso a un destino turístico importante, con una mejorada seguridad ciudadana. Sin embargo, al hablar de seguridad ¿a qué nos referimos exactamente y de qué nos sirve? La seguridad ciudadana trasciende más allá de las estadísticas y se materializa en la capacidad de ocupar los espacios públicos sin temor, en la libertad de transitar por las calles con tranquilidad y en la garantía de conservar nuestra integridad en cualquier momento y lugar.
La seguridad ciudadana se respira en la calle, en los parques, en las plazas, en cada rincón de la ciudad donde la comunidad se reúne y comparte. Hoy, más que nunca, es imperativo dirigir nuestra atención hacia estos espacios públicos y dotarlos del confort necesario para que la ciudadanía los active y los convierta en escenarios de convivencia y cultura. La seguridad no se limita a tener índices a cero, se trata de recuperar la vida pública perdida, redescubrir y darle un nuevo significado a los lugares que antes estaban fuera del alcance por el peligro que acechaba. Los espacios públicos son esos lugares que muchas veces no nos atrevimos a habitar y fueron presa del abandono y el descuido. Hoy surge la necesidad de convertirlos en lugares accesibles y acogedores en todo momento, ya sea de día o de noche.
Un parque bien iluminado y cuidado no solo embellece la ciudad, sino que también promueve un sentido de pertenencia y seguridad entre los ciudadanos. Es en estos espacios donde se gestan encuentros entre vecinos, se comparten experiencias, se fomenta la actividad física y se estimula la creatividad. El Centro Histórico es un vivo testimonio de lo que la transformación física puede crear, pero faltan muchos otros lugares, como los parquecitos de barrios y comunidades. Transformar nuestros espacios en centros de actividad y convivencia es una inversión en la calidad de vida, así como en la construcción de un entorno seguro y armónico para todos.
La seguridad ciudadana no es solo responsabilidad de las autoridades, sino un compromiso compartido entre el Gobierno, la sociedad civil y el sector privado. Es necesario promover políticas públicas que fomenten la participación ciudadana en el cuidado y la revitalización de los espacios. Esto implica invertir en infraestructura, seguridad y también en la promoción de actividades culturales, deportivas y educativas que dinamicen estos espacios, fortalezcan los lazos comunitarios y promuevan la participación activa de todos los ciudadanos.
La seguridad no se limita a la ausencia de delitos, abarca el sentido de pertenencia, la cohesión social y la calidad de vida de los ciudadanos. Es fundamental que las autoridades y la sociedad en su conjunto reconozcan la importancia de promover entornos seguros y participativos, donde la comunidad se sienta libre de disfrutar y contribuir a su propio desarrollo.
Vivir la seguridad va más allá de contar con patrullas policiales y cámaras de vigilancia, implica crear espacios públicos inclusivos y dinámicos, donde la comunidad pueda reunirse, compartir y prosperar. Es hora de voltear la mirada hacia nuestros parques y trabajar juntos para convertirlos en verdaderos motores de convivencia y bienestar social para que todos participemos en la construcción y, sobre todo, el disfrute de la ciudad.