El discurso del presidente Nayib Bukele ante la Organización de las Naciones Unidas, la semana pasada, causó las reacciones obvias de todos los personajes que empujan en el mismo sentido de oposición. Sus afanes no son en El Salvador, pues saben muy bien que más del 90 % de la población aprueba y respalda a su líder. Sus movimientos sinusoidales y silbidos de serpiente son para influir en la comunidad internacional, principalmente en aquellos que son dóciles en su percepción.
Los objetivos son claros: lograr que al Estado salvadoreño se le condene internacionalmente por las supuestas violaciones a los «derechos de los ciudadanos», intentar que haya una intromisión en la soberanía de país en el proceso electoral cercano o, al menos, que no se reconozca al Gobierno 2024-2029, considerando que Nayib no tiene rival.
Seguramente, las certeras palabras del presidente, esbozando el país que recibió en 2019 y el que tenemos ahora, de total seguridad y paz, provocó que, días después, la organización de izquierda que se cobija en un manto falso de «defensora de derechos humanos» pidiera al Parlamento Europeo que le permitiera su participación en el foro para calcar el discurso trillado que ha elaborado con sus amigos «periodistas» sobre una situación que está lejos de la realidad. Obviamente, le dieran un trato preferencial en tiempo, como a su aliado HRW.
No tengo la menor duda de que fueron sorprendidos por la excelente exposición de la encargada de Negocios de El Salvador ante la Unión Europea y el comisionado presidencial para Derechos Humanos y Libertad de Expresión, que plasmaron la verdad sobre la seguridad y la vida en libertad de los más de 6 millones de salvadoreños honrados y honestos que fueron realmente las víctimas de las maras y pandillas.
Los salvadoreños saben que estos grupos criminales tuvieron de protectores y financistas a los gobiernos de ARENA y del FMLN, solapados por esos «periodistas» en sus diferentes «medios de prensa» y que, además, gozaron de la indiferencia de las organizaciones nacionales e internacionales.
Por cierto, los más de 100,000 asesinados en manos de sus «angelitos pandilleros y mareros» no significaron nada para estos personajes que se esconden en las ONG, las plumas y los micrófonos. El daño, el luto y dolor de más de 100,000 familias no les fue suficiente, porque nunca dieron el grito al cielo.
Era obvio que, ante la vapuleada oficial, lanzarían a sus «escribientes y voceros» a ocupar espacios que les facilitan mercaderes nacionales e internacionales de las letras y las voces, a quienes no les asusta ser portavoces de mentiras. La billetera está tan abierta que se ofrecen como peroles para que rebalse la espuma rabiosa de las hienas.
Es en esta línea que estamos ante la montaña de deshonestos y paupérrimos «reportajes e informes», amparados en datos que no tienen ninguna credibilidad y/o que provienen de fuentes anónimas, en un período electoral en el que se entierran las cifras reales del pasado oscuro. Veamos algunos datos que pretenden ocultar.
El Salvador fue el país más violento del mundo en 2015, con 103 homicidios por cada 100,000 habitantes. Desde entonces y hasta 2018 repitió como la nación de mayores homicidios en el Triángulo Norte y ocupó el cuarto lugar a escala internacional.
En 2012, año de la tregua entre criminales —la política pública del ladrón, corrupto y homicida de Mauricio Funes—, los homicidios de inocentes sumaron 2,600, tomando en consideración que el pacto solo evitó que se mataran entre los «angelitos». En 2013 fueron asesinados más de 2,500 salvadoreños.
Entre 2014 y 2018, los grupos criminales le quitaron la vida de forma violenta a 214 policías y a más de 100 militares, todos publicados por la prensa tradicional y digital (ilústrense con las notas y maderas de sus mismos medios aliados).
¿De qué hablan entonces los personajes con ataché ejecutivo lleno de papeles de desinformación y cifras sacadas de la mesa de las ONG, conspiradores y plumas pagadas, que deambulan por el mundo? Obviamente, les duele que es el presidente Bukele, quien aplicó el único plan certero que se ha diseñado para la seguridad, la tranquilidad y la paz del pueblo salvadoreño y no para los criminales que estos personajes defienden y quieren ver libres.
Que 2023 tenga una tasa de 2.3 asesinatos por cada 100,000 habitantes les causa úlceras en el estómago, les quita el sueño, les provoca esquizofrenia catatónica.
P. D. A los dueños de la billetera: ¿no se dan cuenta de que irán a la quiebra financiando a estos personajes que nadan en la piscina de las falsedades y las locuras? Las serpientes de paraíso engañan tergiversando la verdad y el pastorcito que navega mercadeando la religión, también.