Luego de un día de duro trabajo honrado, me dirigí a mi humilde morada, y luego de la concebida conversación familiar, una saludable cena y una reconfortante ducha, me puse a ver una película y me dormí. El sueño que tuve, que a continuación narraré, me dejó pensativo.
Había una especie de carpa y decidí entrar, adentro se encontraba un grupo pequeño de personas, eufóricas algunas, alteradas otras, y la mayoría desorientadas. Hablaban de que, por fin, luego de un año de negociaciones, habían alcanzado un acuerdo para presentar un candidato único para las elecciones; en lo alto se podía ver una pancarta con las siglas UCER. Le pregunté al primero que iba pasando qué significaban aquellas siglas, y me dijo: Unión de Corruptos, Escuadroneros Robolucionarios; y que habían alcanzado por fin unos acuerdos.
Los primeros eran los siguientes: libres inmediatamente todos los pandilleros terroristas, sin excepción, regresarán los maletines negros, los sobresueldos y los sobres, además de todos los negocios turbios, nueva ley de amnistía y tregua.
Trataré de describir lo que vi desde mi puesto de observador: una desquiciada solitaria gritaba frenéticamente: «¡Liberen a los terroristas ya!». Pasó un viejito corriendo atrás de unas niñas, con una camiseta de «No al bitcóin», diciéndoles que las iba a sacar de la pobreza, entró una mujer y le pusieron de fondo la melodía «Qué paloma», una tortuga ninja entró haciendo malabares, abrazó a un pelón barbado, dijo algunas incoherencias y se fue, un alto de barba y lentes bien fumigado dijo unas frases que no se entendían y se fue a sentar, atrás venía un loco solo con lentes de Mr. Magoo, gritando que lo venían siguiendo unos 250,000, afuera estaban unos viejitos barbados con trajes de fatiga reventando unos morteros y vociferando «Viva Fidel, patria o muerte», con un medio galón de troika en medio. Entró un joven desorientado pidiendo respeto respetuoso, en la pantalla daba un mensaje desde Italia al que llamaban el capo o el padrino. Otros malcriados en otra pantalla, un gordo ignorante y otro diciendo que era político, se peleaban entre sí. En eso entró la fórmula escogida, pero nadie aplaudió ni la ovacionó, ya que no la conocían. Al otro lado estaban unos cuantos en unas mesas tomando café con unas libretas amarrillas filosofando sobre teorías desfasadas y de cómo habían bajado los fondos de las ONG que manejaban, al vivir con seguridad y paz; decía en la pancarta, sociedad civil. Entró un enano ladrando y gritando que ofrendaría su vida, en la pista principal estaba un chino chafa que hacía catas que solo él conocía y hablaba de estrategias de guerra inventadas y de que lo habían traicionado, otro barbudo endrogado hablaba él solo, otro borracho de bigote pedía «un aplauso», una mujer con una manta en la cabeza gritaba «que muera Bin Laden».
Era un circo, unos de un lado les gritaban a los del otro lado, que habían masacrado a campesinos y los otros les respondían que habían secuestrado y asesinado a sus empresarios, en otra mesa discutían si iban a cantar «donde los rojos terminarán…» o las casas de cartón. La bendición estaría a cargo de un pastor, con cara de diablo, este pedía el diezmo anticipado. Otro grupo analizaba: «Si vamos de forma individual, sacaremos cada uno 1 %; si vamos en coalición, llegaremos al 4 %».
Me desperté y todo el día pasé pensando en las palabras del Marqués de Sade: «No hay mayor desgraciado que el que cambia su forma de pensar para complacer a unos cuantos», o las de Cicerón: «Ningún hombre sabio pensó jamás que un traidor podía ser confiado».
Traicionaron a los 200,000 salvadoreños que perdieron su vida por su culpa violentamente en las dos guerras internas, traicionaron a su militancia, se ve claramente que no tenían principios ni valores. Los líderes de estos partidos se deben de estar retorciendo en sus tumbas. Corruptos e hipócritas, hoy se quitaron las máscaras.