E l año 1989 marcó mucho nuestros momentos históricos, pues ya se gestaba la disolución de la Unión Soviética, que se concretó el 26 de diciembre de 1991, hecho que marcó una época. En cuestión de unos meses, la otrora superpotencia se disolvió sin que nadie pudiese preverlo. El Partido Comunista y Mijaíl Gorbachov pretendieron reformar el régimen desde 1985, en el ámbito político, los que chocaron con la línea radical de la vieja guardia, quienes intentaron derrocar a Gorbachov para tomar el poder y evitar lo que estos llamaban la descomposición del país, y se comienza a proponer cambios como el glásnost y la perestroika (apertura, transparencia y reestructuración).
Después de una serie cronológica de hechos, el 25 de diciembre de 1991 Gorbachov anunció su dimisión y la desintegración de la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) y la bandera roja fue sustituida en el Kremlin por una tricolor rusa; este hecho incidió en muchas de las áreas económicas, políticas sociales, culturales, ideológicas y militares en términos geopolíticos y marcó una tendencia en El Salvador, pues Rusia había sido el mayor apoyo logístico, financiero, táctico e ideológico que alimentaba los movimientos guerrilleros en América Latina, y nuestro país no era la excepción, lo que los obligó a replantear su esquema de guerra popular prolongada debido a que ya no contarían con esos recursos.
Aunado a esto, se generaron en Europa otros hechos que marcaron la historia: el 9 de noviembre de 1989 se concretó la caída del muro de Berlín, lo que ideológicamente golpea a los movimientos insurgentes de América Latina, principalmente, y entre ellos nuevamente nuestro país y su conflicto se ven inmersos con sus respectivas implicaciones geopolíticas, lo que, de igual manera, planteó un esquema diferente, pues se veía venir una tendencia a la baja de aquellos esquemas antiguos marcados por la Guerra Fría.
Cuba, que había sido el faro ideológico de la izquierda en América Latina, entró en un debate interno, pues su revolución se veía comprometida, pues ya no contaría con el apoyo de la Unión Soviética; en consecuencia, la afectación se comenzó a sentir y este país entró en lo que llamaron «período especial», en el que tuvieron que, aparte de impulsar un sistema de economía altamente planificada, enfrentar el bloqueo económico por parte de su vecino del norte, Estados Unidos. Desde La Habana hasta Miami solo los separan 140 millas del océano Atlántico, es decir, están tan cerca, pero tan lejos a la vez y, obviamente, Cuba dejó de ser el soporte con que se desarrolló el conflicto armado en nuestro país, pues la guerrilla del FMLN contaba con apoyo técnico, táctico, financiero, logístico, con capital humano inmerso en nuestro país y apoyo para la atención médica de los heridos en combate por parte de Cuba. Todo eso se termina con la disolución de la Unión Soviética.
Para esa época, Nicaragua era también un aliado estratégico de la guerrilla del FMLN, pues se concretó el derrocamiento de Anastasio Somoza Debayle en julio de 1979 por el FSLN e incrementó la ilusión de que en América Latina se podía llegar al poder por medio de las armas. Este se prolongó en el poder hasta su caída electoral en 1990, y es así como el 25 de febrero del ya mencionado año, en las elecciones, los sandinistas perdieron y Violeta Barrios de Chamorro asumió la presidencia en Nicaragua, con una tendencia ideológica diferente y con el apoyo de Estados Unidos, hecho que a su vez, y como producto de lo que conocimos al principio relacionado con la disolución de la Unión Soviética, eran símbolos de debilidad y pérdida de correlación política de los movimientos de izquierda latinoamericana.