En la teología cristiana se menciona al anticristo como una figura que será parte relevante del cumplimiento de las profecías de los últimos tiempos. Su nombre, anticristo, es porque se opone a todo lo que es de Dios, y se hará pasar por Dios mismo como motivo de culto y adoración. Algunos teólogos cristianos lo definen como «la encarnación del mal entre los hombres o el mal químicamente puro». Aparece nombrado por primera vez en el Nuevo Testamento; en la primera epístola del apóstol Juan dice: «Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo. Este es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo» (1:22). También, en la misma epístola, el apóstol Juan menciona: «Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo» (1:18).
Recordemos que en la historia algunos personajes por su extraordinaria maldad fueron nombrados anticristos, como ciertos emperadores romanos: Nerón, Calígula; quienes en su corto poderío cometieron grandes atrocidades, fueron sangrientos, especialmente con los cristianos que comenzaban a expandirse por todo el imperio. Aún en épocas recientes personajes como Hitler fueron catalogados como anticristo, pero esta denominación solo se refiere al grado de maldad que tuvieron estos gobernantes, que resultan irrelevantes con el personaje del anticristo que menciona la Biblia, quien tendrá su manifestación en los últimos tiempos para cumplimiento de las profecías.
Las sagradas escrituras lo describen como la encarnación de Satán, cubierto por el ropaje de un gran líder político, de un gran estadista, promoviendo una plataforma de paz y bienestar económico para el mundo entero.
Satanás siempre ha querido ser como Dios, por lo cual usará su última carta, que es el anticristo para arrastrar con él a muchas almas al infierno.
Debemos tener claridad de que el anticristo no se ha manifestado, todavía; pero podemos asegurar que el espíritu del anticristo está presente, espíritu que significa «en el lugar de Jesús o en contra de Jesús».
Hemos visto en los medios de comunicación internacional a pastores que por ganar preeminencia con sus feligreses se han adjudicado el título de mesías y proponen resolver todos los problemas y las necesidades económicas de cada miembro. Eso es tener el espíritu del anticristo. Algunos teólogos cristianos mencionan que el anticristo será un sirio, otros que será un árabe, incluso se atreven a decir que saldrá de América, pero estas solo son suposiciones; quizá el fundamento más fuerte de su origen, basado en la Biblia, es que será judío, ya que este es un requisito para que sea el mesías de los judíos. Recordemos que cuando Jesús vino a la Tierra no lo reconocieron como el verdadero hijo del Dios altísimo, el Mesías, el Ungido de Dios, y aún hasta nuestros días todavía los judíos ortodoxos siguen esperando al mesías. También encontramos en la profecía de Daniel: «Del Dios de sus padres no hará caso, ni del amor de las mujeres; ni respetará a dios alguno, porque sobre todo se engrandecerá» (11:37). Tendrá poderes sobrenaturales para hacer grandes señales, milagros y prodigios, engañando a todo el mundo para seguirle. En la primera de Tesalonicenses, el apóstol Pablo escribe: «Inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos» (2:9-10).
Será entonces el anticristo un personaje que va a concentrar todo el poder de Satanás y se va a mostrar como un salvador del mundo, al igual que lo hizo el mesías, el hijo de Dios cuando estuvo en la Tierra. La pregunta: ¿Por qué no se ha manifestado aún? Esa respuesta la encontramos en la epístola del apóstol Pablo, en la segunda de Tesalonicenses, que dice: «Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; solo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca y destruirá con el resplandor de su venida» (2-7). Es decir, lo que todavía detiene que él se manifieste en la Tierra con todo su imperio de terror y destrucción es la presencia del Espíritu Santo, el cual está presente en la Iglesia de Dios, por lo cual antes de que este inicuo y hombre de pecado se manifieste la Iglesia del Señor tendrá que ser arrebatada, lo que los cristianos conocemos como el rapto de la Iglesia. Después de este acontecimiento él se presentará como un gran líder político religioso capaz de resolver todos los problemas, aprovechándose del caos mundial que va a encontrar.
Lo que estamos viviendo hoy con esta pandemia y un futuro caótico para la economía mundial es solo un preludio de cómo se está preparando la plataforma para que el anticristo se manifieste. En el Apocalipsis se le menciona como un líder de un nuevo orden mundial; es decir, no solo se manifestará como un gran profeta con señales y prodigios, sino como un gran gobernante. Este hombre estará en contra de todos los valores cristianos, se opondrá a la palabra de Dios llamando bueno a lo malo, cambiando la ley de Dios por el libertinaje pecaminoso. Por eso el apóstol Juan lo denomina «el hombre del pecado». Él se hará pasar por Dios, pedirá que le adoren como a Dios, será objeto de culto y lo logrará por la imposición y el control del poder político y económico que tendrá, nadie podrá hacer ninguna actividad económica ni comprar ni vender y se verán obligados a inclinarse y adorar al anticristo, el que se resista va a ser perseguido o asesinado porque nadie podrá estar en su contra.
Lo que sí tiene que estar muy claro es que, antes de que se manifieste el anticristo de manera física, el hijo de la perdición, el hijo de Satanás, debe pasar un acontecimiento previo muy grande, el arrebatamiento de la Iglesia de nuestro señor Jesucristo en la Tierra.