Las imágenes son poderosas. La frase de que «una imagen vale más que mil palabras» encierra una verdad demoledora, como lo fue ver a diputados de Nuevas Ideas retirando los retratos de Roberto d’Aubuisson de una de las salas de reuniones del parlamento, uno de los espacios institucionales que ARENA utilizaba como propios y que estaban llenos de fotos, cual culto, del cabecilla de los escuadrones de la muerte señalado por la Comisión de la Verdad de ser el autor intelectual del asesinato de san Óscar Arnulfo Romero.
La imagen es poderosa en cuanto a su significado: nos revela que, en primer lugar, se construyen organizaciones alrededor de figuras que no necesariamente son positivas para una nación, pero que sí tienen ideas poderosas; en este caso, el odio y la intolerancia que surgían de los discursos de D’Aubuisson.
ARENA sigue anclada en el pasado y reproduciendo el discurso de odio en el que promete, según su marcha de corte guerrera, convertir El Salvador en «la tumba» para los comunistas. La ironía del destino es que los areneros, más que sus sepultureros, terminaron siendo los principales aliados y compinches de «los rojos» en múltiples actos de corrupción.
En segundo lugar, el retiro de todas las imágenes del culto de ARENA hacia su líder es también revelador de los cambios que se están dando en El Salvador. Los ciudadanos ya se expresaron sobre cuáles partidos arcaicos ya no tienen cabida en la nueva realidad nacional: se trata de organizaciones que viven en el pasado, que no han sabido modernizarse; aquellas que a pesar de haber dejado hace 10 años el poder jamás pudieron funcionar como oposición, puesto que consideran una obligación de parte de los Gobiernos compartir el poder con ellas. Esto no solo carece del respaldo ciudadano —en las urnas se habló fuerte y claro el 28F para relegarlas a la irrelevancia—, sino que sería una traición para los anhelos de cambio de la sociedad.
El tema de los símbolos es un mensaje muy poderoso. En todo el país las alcaldías desde hace años utilizaban los fondos públicos para promocionar los colores de los partidos políticos no solo en sus edificios, también en la papelería e incluso en los símbolos de la municipalidad.
Será una tarea muy larga ciudadanizar los gobiernos municipales, la cual implicará reconvertir los aparatos de estructuras partidistas enquistados en las alcaldías en verdaderos centros de servicio público. Muchos de los trabajadores que estaban en las planillas de las alcaldías realmente eran activistas de los institutos políticos, por lo cual no es extraño que ahora reclamen que se sustituyan por personas que realmente llenan los requisitos de los cargos que deben desempeñar. Este es un paso muy importante para la erradicación de la corrupción dentro de las instituciones, un mandato directo surgido de las urnas el 28 de febrero.