Conozco algo de política y muy poco de economía. Pero como se ha dicho que la economía es en realidad política quintaesenciada, y como además asumo que la política es en lo básico un ejercicio de representación de intereses, me hago la siguiente pregunta: ¿los intereses de quién representa el gobierno de Nayib Bukele?
Pero entonces debemos caer en la cuenta de que ya no estamos hablando de política económica, que es puramente una cuestión técnica: (índices de crecimiento económico y de riesgo país, por ejemplo), sino que ya estamos entrando al terreno de economía política, un concepto más bien vinculado a las relaciones de poder (o manda la élite o manda la mayoría social).
Este es el punto crucial
En el primer caso, el desarrollo de un país se mide por el crecimiento económico y por el pago de la deuda externa; en el segundo caso, la medición se basa sobre todo en el aumento o la reducción de la pobreza.
Desde esa perspectiva, y ante la pregunta planteada al principio de esta columna (¿los intereses de quién representa este gobierno?), se podría adelantar una respuesta, tan contundente como incontrovertible, con solo citar un dato: el promedio de todas las encuestas conocidas hasta ahora le dan al gobierno de Nayib Bukele un poco menos o poco más del 90 % de aprobación popular.
Eso significa que este gobierno cuenta con el apoyo de los pobres y de la clase media, que constituyen la mayoría, al tiempo que enfrenta la desafección de una minúscula y muy voraz élite conformada por las cúpulas de los poderes económicos, políticos, institucionales y mediáticos tradicionales, mismas que se unieron en su contra y que resultaron derrotados en conjunto en las elecciones presidenciales del 3 de febrero de 2019.
Este es el cambio realmente sustantivo que los salvadoreños estamos experimentado: todos los gobiernos anteriores, sin ninguna excepción, representaron en los hechos, aunque en su retórica dijeran lo contrario, los intereses de esa minoría privilegiada, en tanto que este gobierno representa los intereses de la inmensa mayoría hasta ahora excluida de los beneficios del progreso.
Los números de las encuestas hablan por sí mismos y no dejan lugar a dudas en cuanto a la representación de intereses, pero eso mismo también puede comprobarse, con igual o mayor contundencia, desde la perspectiva ya señalada en la distinción de política económica y economía política. Pero para eso se necesita hacer un análisis en tres dimensiones: el contexto histórico, la coyuntura política y la encarnación del liderazgo nacional en un individuo.
Ese es precisamente el análisis que me he propuesto desplegar de manera sistemática y gradual en este espacio editorial de cada jueves. Mi propósito es que a lo largo de este trabajo vayamos aprendiendo juntos algunos aspectos fundamentales de nuestra propia historia política, esa misma de la cual, por acción o por omisión, todos nosotros hemos sido los principales protagonistas.
La diferencia y lo nuevo es que hoy, por primera vez en toda nuestra historia nacional, los que estamos conscientes de esto último constituimos la inmensa mayoría social, y ese dato puro y duro de la realidad es ya incontrovertible.