Por segunda vez este año, los salvadoreños acudieron a las urnas para ejercer su derecho al sufragio para escoger a los nuevos alcaldes y a los 20 representantes de El Salvador ante el Parlamento Centroamericano. Sin lugar a duda, escoger a los gobernantes de los 44 municipios resultantes de la reforma administrativa era la principal tarea de la jornada de ayer. Y hubo muchas sorpresas.
En primer lugar, a diferencia de la votación presidencial, en la que los ciudadanos votaron masivamente por un segundo mandato de Nayib Bukele, ahora la afluencia por los alcaldes no tuvo ni por cerca el mismo impacto.
El presidente Bukele recibió más de 2.7 millones de sufragios, más de lo que cualquier otro presidente haya recibido en la historia nacional. Los diputados de la Asamblea Legislativa recibieron 200,000 votos menos, lo que demuestra que el liderazgo proviene del mandatario.
El Tribunal Supremo Electoral no ha determinado la cantidad de votantes que participó en la jornada de ayer, pero se nota que la afluencia fue mucho menor que en los comicios presidenciales.
Y no solo eso. Los salvadoreños también fueron muy críticos con sus gobernantes locales, independientemente de que fueran del mismo partido del presidente. Por esa razón, muchos de los alcaldes que iban a la reelección perdieron ante sus contendientes.
No era un secreto que algunos de estos funcionarios habían tenido un pésimo desempeño, razón por la cual recibieron un voto de castigo. Sin embargo, los ciudadanos escogieron a candidatos de partidos aliados al presidente Bukele en lugar de los opositores radicales.
De ese modo, 43 de los 44 alcaldes son de Nuevas Ideas o de partidos aliados. ARENA solo conservó a Milagro Navas, de La Libertad Este. El FMLN, en cambio, se quedó sin nada.
Por primera vez desde que participa en elecciones, el partido de izquierda no tendrá representantes en la Asamblea Legislativa y tampoco gobernará ninguna alcaldía, un claro mensaje del repudio popular hacia una organización política que no solo desilusionó a los votantes, sino que provocó la indignación por el alto nivel de corrupción de sus dirigentes, además de haber trabajado en contra de los intereses de las mayorías populares.