La jornada electoral del reciente 28F fue muy parecida a las de las últimas décadas en muchos aspectos. Retrasos en la apertura de los centros de votación, ciudadanos que no se encontraban en el padrón electoral, muertos aptos para emitir el sufragio, paquetes incompletos, pequeñas trifulcas, denuncias de diversa índole, los canopis de los partidos políticos en las calles (aunque en menor cantidad), redes sociales inundadas de acusaciones, discursos y análisis sobre dictaduras, el estribillo de que no debe desdolarizarse la economía, que nos encaminábamos al abismo (por enésima vez) y otras irregularidades reportadas por los equipos de «Diario El Salvador» desplegados en el territorio.
También hubo algunas novedades, principalmente por las medidas de bioseguridad frente al coronavirus y la incorporación de tecnología en las mesas. Además, las cúpulas de los partidos tradicionales estuvieron prácticamente ausentes, hubo gran participación de los jóvenes, ancianos en buena cantidad haciendo fila a tempranas horas, salvadoreños en el exterior que volaron con el único objetivo de meter las papeletas en las urnas; pero no hubo música de protesta social en las calles ni resultados a boca de urna anunciados a los cuatro vientos, entre otros. Después de las 5 p. m., hora de cierre de las urnas, las cosas fueron muy distintas. No hubo masivas concentraciones políticas en las plazas entonando himnos ideológicos, mientras varias naciones y organismos internacionales reconocieron que hubo una fiesta democrática. Las cuentas en redes sociales de asiduos críticos de otros tiempos no tuvieron ni un emoji siquiera, analistas tradicionales que defendían el sistema dinosaurio moribundo estaban en silencio, políticos de larga y cuestionada trayectoria permanecieron enclaustrados. Y por el buen trabajo de los sorteados, muy pocas mesas de escrutinio amanecieron abiertas el lunes.
Las novedades continuaron al siguiente día: el triunfo avasallador de Nuevas Ideas generó perspectiva internacional de estabilidad política, que se tradujo en esperanzas de un mejor clima de negocios, los precios de los eurobonos de El Salvador subieron, algunos barajan que se podrá alcanzar un acuerdo importante con el Fondo Monetario Internacional por $1,300 millones, las remesas siguen llegando y el mapa político de El Salvador es color cian.
La megabandera no la volvimos a ver y los discursos de ciertos medios tradicionales cambiaron radicalmente (aunque no su línea editorial), volviéndose más pluralistas. A esta fecha, después de varios días de la histórica votación, ¿qué sorpresas nos seguirán deparando los resultados y el destino? Aparte de la falta de resultados definitivos. Ya con los números en frío, muchos se dieron cuenta de que el poder del pueblo fue más que efectivo para ponerle fin a décadas y décadas (para algunos) de saquear el Estado salvadoreño por diversas vías.
Por supuesto, seguirán los discursos y las defensas sobre el axioma de que «votar no lo es todo». Pues el 28F sí lo fue para los que quedaron fuera de la arena política después de disfrutar en ella, luego de que el soberano se hartó de «más de lo mismo». Se abren nuevos escenarios para el destino de la nación. El votante lo decidió. El ejercicio democrático, imperfecto siempre, funcionó. Está en manos de todos saber potenciar esta histórica oportunidad. Y como ya hemos dicho, se viene una nueva era, ¿por qué no?