Muchas veces, las decisiones precipitadas de las juntas directivas o de los dueños de los equipos del fútbol salvadoreño son criticadas y en ocasiones hasta extravagantes. Ese término se justifica por las acciones que han hecho presidentes, como ir hasta el engramillado y despedir a directores técnicos después de un partido.
Sin embargo, la derrota de Alianza de local el 26 de diciembre del año pasado contra Águila en el estadio Cuscatlán fue clave para obtener el campeonato de los paquidermos del domingo pasado.
La derrota de ese entonces significaba la tercera en el torneo, las dos anteriores de visita en Jocoro y otra en el Barraza, nuevamente contra los emplumados. Juan Cortés tenía buenos números y el equipo iba en segundo lugar por detrás de Águila, pero la forma de jugar no agradaba. Estoy seguro de que, si no existieran las redes sociales en la actualidad, el español no se iba. Porque la prensa deportiva no hacía críticas excesivas al técnico; eran más a los jugadores. Quienes hicieron presión fueron los hinchas albos en las redes sociales, en las que pedían la destitución por el bajo nivel de juego, añadido a los malos resultados. Y en tiempos en los que estas redes influyen tanto en todos los aspectos de la vida, la directiva cedió a la presión y lo destituyó. Se sumó a esto la visita de miembros de una de las barras organizadas al entreno que pedían directamente a Cortés que se fuera y a los jugadores, mejor actitud.
La decisión provocó comentarios de periodistas con frases como que la directiva perdió el rumbo, que hizo que se cortó el proceso, fin de ciclo y que el proyecto se caía a pedazos. Estaban convencidos de que la era Cortés tenía que terminar con la derrota de aquella noche contra los migueleños. No por los resultados, sino por el juego, ya que no se jugaba a nada, no se tenía un cuadro base, no existían variantes y no había respuestas desde el banquillo. El aliancista quedó mal acostumbrado con el Zarco Rodríguez a jugar igual de local o visitante, y de las costumbres cuesta mucho desacostumbrarse.
También se creía que con Cortés se llegaba a lo mucho a semifinales y no se pasaba de ahí. Es cierto que hay que respetar proyectos y contratos, pero cuando se ha perdido el rumbo hay que enderezarlo.
Y llegó Tigana y la historia ya la sabemos. Escogió un portero fijo, un 11 que salió casi de memoria, puso al Clavito Portillo a la par de Narciso para que este se liberara y pesara más el área (prueba de ello fueron los dos goles contra FAS). Hizo que Tamacas por momentos pareciera el 9 del equipo al pisar constantemente el área y convertir goles. Les devolvió la confianza a sus jugadores, agregado que llegó justo a tiempo la recuperación de Rodolfo Zelaya. Tigana jugó una especie de Mundial, en el que son siete partidos los que separan a una selección del campeonato. Y sus números fueron contundentes: seis victorias y un empate. Hoy el reto será que haya una regularidad no de un Mundial, sino de un torneo largo. Cuidado: la junta directiva tiene que contratar a un director deportivo para que no se pierda ese eslabón entre el cuerpo técnico y ellos, que tan buenos resultados dio desde que el actual técnico campeón llegó en 2015 a ese cargo.
La 15 obtenida había sido puesta en duda antes con mucha razón por el nivel mostrado, pero el cambio llegó y Tigana aumentó más su leyenda en el equipo más querido y más odiado de El Salvador.