En El Salvador hay un completo respeto tanto a la libertad de expresión como a la libertad de prensa, y si bien son derechos similares, tienen sus diferencias. Ambos se complementan con el derecho a la información.
En el mundo globalizado en el que vivimos, ningún medio de comunicación —o aparatos de propaganda como los que tiene la oposición desde hace décadas— puede reclamar como propia y de forma exclusiva la verdad, puesto que la realidad es muy compleja y variada. El esfuerzo del periodismo, por tanto, es dar información para que cada ciudadano forme su opinión.
A la larga, son los ciudadanos los que eligen, de forma libre y sin coacción, cuáles son los mejores medios de comunicación, porque son los que escogen para informarse, sabiendo de antemano que todos tienen una línea editorial.
La línea editorial es la guía de cada medio de comunicación. Lo que sucedió antes de la llegada de «Diario El Salvador» es que todos los periódicos compartían la misma línea editorial, tanto así que incluso pasaron años trabajando como un frente común en lo que denominaron «medios unidos».
Ahora, en cambio, existe la posibilidad de que los salvadoreños conozcan el otro lado de la historia al informarse sobre aquello que los aparatos de propaganda de la oposición tergiversan, ocultan, atacan o menosprecian, pero que es de vital importancia para la población.
Ayer se celebró el Día Internacional de la Libertad de Prensa en un contexto de pleno respeto a todas las expresiones disonantes que hay en el país, ya sea mediante la distribución de información incompleta, manipulada o con claro sesgo político. El Salvador tiene una multitud de medios de comunicación, desde los tradicionales aparatos de propaganda hasta otros más recientes, digitales y con variedad de líneas editoriales.
Todos funcionan con normalidad y exponen sus trabajos de la manera en que ellos deciden; queda a criterio del público cuáles son los que tienen mayor aceptación y cuáles quedan relegados y, eventualmente, deben reacomodarse para adaptarse a los nuevos tiempos o desaparecer, aunque para hacerlo mientan o engañen a su audiencia, como los periódicos que mienten sobre su verdadera circulación y, por tanto, su influencia en la sociedad, con tal de mantener a los anunciantes.
Como con cualquier actividad, nadie puede ponerse por encima de la ley sin esperar consecuencias, así sea en materia tributaria, laboral o penal, de modo que el respeto al marco legal también es una brújula para el ejercicio informativo.
Esto no es persecución política. Simplemente es Estado de derecho.