Por años creí, como quien se apega a una religión, que el fútbol salvadoreño merecía el crédito de bueno mientras se jugara entre el río Paz, en el occidente, y el Goascorán, en el oriente; mas estaba equivocado, siempre estuve errado. En palabras simples, fui demasiado optimista.
Quizá lo era porque alguna vez Isidro Metapán le pegó a algún equipo mexicano en el Calero Suárez, o porque Alianza hizo alguna hombrada en su visita al territorio azteca, pero lo cierto es que a escala internacional caminamos como el cangrejo: para atrás.
Mi percepción no descubre en nada el borde azul de la bacinica, es más bien exponer el sentir de muchos que no pueden hacerse escuchar más que en las gradas de un estadio, o frente a la pantalla del televisor.
Quizá muchos no coincidan conmigo, pero los resultados ahí están y no es necesario visitar una óptica. Al FAS lo eliminó el Managua de Nicaragua en la ronda preliminar del torneo Concacaf el año pasado, y recientemente el Forge de Canadá le robó la cartera en el mismo certamen y en la misma cancha: el césped del Cuscatlán.
Aquel mismo año, el equipo de la hoja de maple se sirvió un platillo de chicharrón a expensas del Municipal Limeño, y el Motagua de Honduras cruzó el Goascorán para «sacarle los mocos» a los elefantes del Alianza.
El Comunicaciones de la vecina Guatemala también acaba de hacer lo mismo. Cruzó el puente sobre el río Paz y vino a dejar en vergüenza al 11 Deportivo, y eso que los Cremas tienen un equipo que practica fútbol cantonal: pelotazo.
La diferencia entre el fútbol nuestro y el de otros países puede tener una variedad de rutas y casi todas, como sucede en los pueblos, llegan al parque. Acá el fútbol se juega en cámara lenta y es más que evidente cuando juega la Selección y convoca a los legionarios.
Y ojo que aquí no hablo de calidad de escenarios deportivos ni de césped, sino del desgano de mejora del acomodamiento de los jugadores, de los dirigentes y, por qué no, de la afición a exigir que su pago de entrada sea recompensado con espectáculo.
¿Falta talento nacional?, para nada, talento hay de sobra, pero llegados a los 15 se pierden cosechas enteras. Muchos llegan a los 25 esperando la chance en Primera, pero las dirigencias se inclinan por importar «paquetes».
Esta no es la única señal de que los dirigentes del fútbol envían arcaicas de su pobreza. Recientemente, Alianza no quiso jugar su partido de la quinta fecha porque no contaría con los jugadores que tiene en la Selección. ¿Acaso no tiene una plantilla de 25? ¿No hay jóvenes en la reserva que claman por una oportunidad?
Peor aún, Hugo Pérez pidió concentrar a los seleccionados hasta concluir los primeros tres juegos de la octogonal eliminatoria rumbo a Catar, y no tuvo el visto bueno porque los equipos «urgen» de los jugadores para encarar un torneo en el que ni siquiera habrá descenso.
Visto lo visto. Acá no solo se le priva al jugador joven de tener una chance, sino también al hincha de conocer nuevos talentos, y, peor aún, de buscar mejores resultados con la Azul y que esta sea una ventana para la exportación, y resolver la sencilla ecuación que aturde la mente de los dirigentes: Selección, ventana, exportación= billetes.
En menos de un mes, Alianza definirá su boleto en una serie ante el Comunicaciones en octavos de final de la Liga Concacaf. Y como marca el nivel del agua y la pobreza manifiesta e irregular que se observa en la LMF, lo más seguro es que siga la misma ruta que FAS y 11 Deportivo.
Algo quizá nos quieran decir los apagones frecuentes de los fanales del Cuscatlán, el Barraza y el Ramón Flores Berríos. Urge cambiar bombillas para que el talento se imponga a la pobreza mental.