Algunos grupos de la oposición política en El Salvador califican al régimen político establecido en los últimos tres años como populista, en su significado peyorativo o despectivo, para que la población piense que es algo malo para el desarrollo político, social y económico del país.
En este artículo se pretende explicar lo que significa el populismo como régimen político y se explican los rasgos generales del populismo latinoamericano.
El régimen político es el conjunto de elementos de orden ideológico, institucional y sociológico, ligados entre sí, del gobierno de un país, durante un período determinado. Todos los regímenes políticos usan la coerción, porque las instituciones estatales tienen el monopolio de esta, pero también usan el consenso para que los miembros de la sociedad acepten ese ejercicio del poder de manera normal y lo interioricen. Las fuerzas que unen a los elementos del régimen político son la coerción y el consenso.
En lo relativo al populismo en Latinoamérica se pueden diferenciar tres tipos de populismo: el clásico (1940/1970), el neopopulismo de los años noventa, el populismo de izquierda de las dos primeras décadas del siglo XXI.
El populismo clásico impulsado por el peronismo original en Argentina fue una forma de dominación autoritaria que promovió la organización y participación popular, la intervención estatal y el nacionalismo, incorporando a los excluidos de la política y promocionando la organización sindical; los resultados fueron una mejor redistribución del ingreso y la democratización de ese país, lo que repercutió en el resto de Latinoamérica en su época.
Las elecciones limpias son la base de este tipo de régimen, desarrollando un liderazgo muy fuerte, que logra la confianza de la mayoría de la población y deja de lado los mecanismos de rendición de cuentas, los mecanismos que protegen a las minorías, las formas de representación liberales y otros aspectos de la democracia liberal; el líder encarna los deseos populares de cambio, se transforma en el defensor del pueblo. El enemigo del régimen político populista es la oligarquía corrupta y vendepatria. No hay posibilidades de compromisos ni de diálogos, todos los conflictos políticos son dramatizados como enfrentamientos entre campos antagónicos.
El neopopulismo de los años noventa, representado principalmente por Carlos Menem en Argentina, fue una deformación del populismo con fines puramente electorales; una estrategia política para llegar al poder, aprovechando la competencia democrática.
El populismo radical o de izquierda, cuyos iniciadores fueron Hugo Chávez (Venezuela), Evo Morales (Bolivia) y Rafael Correa (Ecuador), hereda la mayoría de las características del populismo clásico. La diferencia es que pretende lograr cambios más profundos en la realidad política, social, económica y cultural. A corto plazo elimina la partidocracia y el neoliberalismo, a largo plazo logra cambios profundos en la realidad social, económica y cultural de sus países.
Los populistas de izquierda son parte de un nuevo bloque antihegemónico que no busca el apoyo de los organismos internacionales y que más bien crea pactos económicos regionales y globales antineoliberales. Fundamentan su legitimidad ganando elecciones limpias y sus políticas sociales a favor de los pobres han reducido la desigualdad. Los resultados han sido positivos en términos sociales y económicos, no obstante, las limitaciones impuestas por Estados Unidos por considerarlos un peligro para su acción política, económica y cultural de tipo hegemónica en Latinoamérica.
En general, el populismo latinoamericano tiene como objetivo estar en el poder hasta transformar el Estado y la sociedad en función de las mayorías; en la práctica incorpora a los excluidos, redistribuyendo recursos materiales, confrontando los valores de la cultura popular con la dominación de las élites, dando voz a quienes están desmotivados o excluidos de la política. Combina la apropiación populista de la voluntad popular con la apropiación tecnocrática del conocimiento para cambiar la sociedad.