Los grupos opositores al Gobierno, en su agenda y discurso, mantienen que desde 2019, con la llegada del presidente Bukele al Ejecutivo, vivimos en una dictadura, razón por la cual se vuelve imperioso y a la vez necesario aclarar conceptos. Quiero en primer lugar recurrir a la historia: dictadura reconocida es la que nuestra patria debió sufrir de 1932 a 1979, de la cual se pueden describir los hechos políticos que le caracterizaron, y que pese a que se evidencian obras de desarrollo de infraestructura nacional -como carreteras, presas hidroeléctricas, edificios varios, turicentros, etcétera- es conocido que fue un periodo de oscurantismo político, pues la represión generalizada, el miedo y el terror era el modus operandi de los gobiernos en turno, desde el general Maximiliano Hernández Martínez hasta la culminación de dicha etapa en octubre de 1979 con el derrocamiento del general Romero.
Fueron 47 años de pérdida de vidas humanas, periodo de los destierros, asesinatos, desapariciones forzadas, censura a los medios de comunicación, persecución a la iglesia, etcétera. Situación que generó y provocó a su vez que la población afectada se organizara y creara células clandestinas con tintes de ideología de izquierda.
La gran pregunta: ¿fue esa etapa un periodo de dictadura? La respuesta la tiene la población adulta mayor, la sobreviviente de ese momento histórico de nuestro país; y en efecto, era un periodo de dictadura militar, pues fueron estos los que lideraron golpes de Estado, y todos los hechos que se dirigían en contra de los gobiernos de turno.
La implementación del conflicto armado -de 1980 a 1992- fue una etapa de la guerra de baja intensidad que se concretó con la intervención de Estados Unidos por medio del apoyo militar, logístico y de entrenamiento a la Fuerza Armada Salvadoreña; a su vez, las guerrillas de la época recurren a la estrategia de Mao Tse Tung conocida como guerra popular prolongada, cuyo concepto y diseño estratégico se basa en atraer al enemigo al interior donde la población puede derrotarlo por medio de una mezcla de guerra móvil y guerra de guerrillas.
Lo que nadie previó fue que muchos soldados y guerrilleros se convertirían en potenciales líderes de pandillas, y la historia así lo registra, pues se sabe que en exasentamientos guerrilleros se ocultaron armas de todo tipo, y son las que con el paso del tiempo usaron las pandillas para asesinar a nuestra población, pero en 1992 las cúpulas de ARENA y FMLN se ponen de acuerdo para firmar una “paz” que solo a ellos les beneficiaría para establecer una especie de bipartidismo, lo cual políticamente hablando es un caso fallido con la derrota de las extremas en 2019, con la llegada al poder del presidente Nayib Bukele.
La otra dictadura que nuestro país vive es la implementada por las pandillas, que cogobernaron nuestro país, pues se repartieron los territorios y el Estado era vulnerado a propósito, pues tanto ARENA como FMLN pactaron con estos grupos debido a que les interesaba su mercado electoral, y no solo eso, pues hicieron uso de las instalaciones del Gobierno para sus entrenamientos, y lo más detestable es que hasta vivieron del dinero de nuestros impuestos, esto conocido con los famosos pactos pagados, y de la renta que obligaban a pagar a nuestra gente, caso contrario eran asesinados, o violaron a sus hijas.
La pregunta es: ¿Puede considerarse el periodo de dominio de las pandillas una etapa de dictadura? La respuesta es sí, pues ellos manejaron sus códigos “ver, oír y callar”.
En el momento político actual solo pueden argumentar que vivimos una dictadura quienes abiertamente exigen que se libere ya a los delincuentes con casos investigados y a la vez judicializados, los que desde el Primer Órgano de Estado se oponen al Plan Control Territorial y a los decretos de régimen de excepción.
Si nuestro país viviese una dictadura esas voces disonantes ya hubiesen sido silenciadas, inclusive de pastores y líderes religiosos que cambiaron la Biblia por la Constitución, no para hablar de la palabra de Dios, sino para esgrimir discursos políticos cargados de odio. ¡Fariseos hipócritas!
Lo que nuestro país vive es la creación de un modelo de democracia, una nueva visión de país, un nuevo enfoque donde la delincuencia y sus voceros no tienen cabida.
¿Cuál dictadura?