En 2004, mi compadre Santiago Gutiérrez y yo decidimos emprender un viaje y nos dimos a la tarea de hacer algo «disruptivo» (término muy de moda hoy en día).
Fue así como le propuse documentar un tema que para mí siempre fue un punto de honor: las aventuras o los peligros de viajar indocumentado hacia Estados Unidos, algo así como el manual de cómo viajar con un coyote y no perderse en el camino.
Y esta fue mi experiencia hace ya 40 años:
Primero, buscar un buen falsificador de pasaporte por si te agarran en la frontera.
Segundo, una vez el coyote define la ruta y te da las «charlas» para poder actuar en los puntos fronterizos entre Guatemala y El Salvador, se decide el día de partida. Aquí iniciaba la verdadera travesía: llegar a la terminal de occidente, comprar disimuladamente los pasajes en la línea de buses Cóndor, a pesar de que para todos era evidente que si te subías al Cóndor, era seguro que ibas mojado.
Bajo esa lógica de viaje que me fui en los años ochenta, le planteé a Santiago documentar la ruta del migrante. A mi compadre, que venía de cubrir para WTN, una de las principales cadenas de noticias inglesas, le pareció la idea. Ya tenía la experiencia, pues cubrió como camarógrafo la guerra de la contra en Nicaragua, entre otras coberturas de guerra para Centroamérica.
La primera reunión la sostuvimos en una cafetería en el Paseo Escalón. Santi me dijo que para documentar esa travesía tendríamos que armar un equipo que no se ahuevara en el intento. Y me propuso a Baretta, el Chamuco y Raúl para emprender la aventura.
Baretta: camarógrafo de mil batallas formado durante el conflicto armado de El Salvador, que luego pasó a trabajar para medios internacionales, como Univisión, CBS, AFP, CNN, Telemundo, entre otros espacios informativos. Baretta es un cámara muy disciplinado, no bebe, responsable, hombre de familia y muy profesional. Es el típico camarógrafo de guerra que tiene el olfato de estar donde la noticia sucede.
El Chamuco: quien ha tenido la oportunidad de trabajar con él en el mundo de la publicidad no me dejará mentir que es todo un personaje sacado de una novela de Agatha Christie. Rafa es un hombre que creció en los edificios de la «Zacarraca», pedigrí que le ha servido para adaptarse ante cualquier escenario de vida, simplemente no conoce la palabra miedo. Para cualquier proyecto siempre tiene una solución y ¡jamás de los jamases, te va a dejar tirado! ¡Es un pana!
Raúl: la primera impresión al verlo es la de un tipo muy reservado e inteligente. Con Santi fueron socios trabajando en varias campañas de publicidad y política. Se encargaba, entre otras cosas, de la edición. De él fue la idea de bautizar nuestra serie «Meridiano». Así empezamos la aventura…
Luego de planificar la logística para documentar el primer viaje del migrante, me di cuenta de que también debíamos armar conexiones similares en Guatemala. Se me ocurrió contactar a Jaimito, mi chero durante mis andanzas en Nueva York y quien en esa época laboraba en Minugua. Por eso lo convencí de que fuera parte del equipo, pues prácticamente nos orientó adónde ir, con quién hablar y cómo sería el desplazamiento en la frontera entre Guatemala y México.
LA RUTA DEL MIGRANTE
No recuerdo con precisión cuántos días estuve llamando al Cóndor para informarle nuestro interés en documentar en el interior del bus toda la ruta del migrante. Ante la negativa, la siguiente estrategia fue irnos por nuestros medios. Pagamos los boletos y nos subimos al bus cámara en mano y ya. No llegamos ni a Armenia cuando el motorista recibió una llamada para que nos bajaran. Después nos cayó el veinte de que en ese bus solo viajaban los pollos con sus coyotes y que lo menos que esperaban en el bus era una cámara que los delatara. Es la típica paranoia que utilizan los traficantes para infundir miedo a sus víctimas y cobrarles más.
Ni modo, era obvio que no permitirían que grabáramos a los pasajeros, cuyas intenciones no eran conocer Antigua Guatemala, sino cruzar ilegalmente la frontera al sur de México.
Lo que el motorista ignoraba era que atrás del bus venía mi pick-up con el resto del equipo, por lo que decidimos idear el plan B, que era seguir el recorrido del bus hasta llegar a Guatemala. La idea era adelantarnos y esperar que pasara frente a nosotros, por Izalco, el kilómetro 5, hasta llegar a La Hachadura. Cuando el bus se estacionó en el control migratorio, ya Baretta estaba apostado esperando a que se bajaran los pasajeros, que con rostros pálidos y nerviosos llegarían a la primera prueba: pasar el chequeo migratorio.
Por fortuna, logramos documentar todo el movimiento. En mi ingenuidad, quería registrar unas entrevistas, pero rápido me cayó el coyote con un movimiento amenazador y me alejé de sus pollitos. Sin duda, ¡entendí el mensaje!
Salimos de La Hachadura rumbo a Tecún, con la misma estrategia: adelantarnos e ir grabando todo el recorrido del bus de San Pedro de Alvarado, Chiquimulilla y Taxisco (que tiene un queso exquisito), Auto Safari Chapín hasta llegar a Escuintla. En este punto el bus hace una parada obligatoria, pues hay otro grupo de migrantes chapines que van en las mismas condiciones que los guanacos.
Después de Escuintla, apreciamos el paisaje de los grandes cañales del Ingenio Pantaleón, pasamos por Mazatenango y Coatepeque hasta llegar a Tecún. Aquí nos llevó el diablo.
Era una noche fría bajo una gran tormenta y perdimos el bus, o más bien los pollos y su coyote se bajaron en medio de la lluvia y nos fue difícil registrar el desembarco.
Continuará…
P. D. 1: Esta es la primera entrega de una serie de aventuras y desventuras en las fronteras.
P. D. 2: Este relato se lo dedico a Jaimito, quien nos dejó hace un par de años. Estoy seguro de que estará bailando salsa con Thirza, ¡mi seca bella!