En el año en que El Salvador celebrará el bicentenario de su nacimiento como república, la verdadera independencia es un proceso en construcción. Durante su discurso de segundo año de Gobierno, el presidente Nayib Bukele señaló que fue a partir de su elección en las urnas, el 3 de febrero de 2019, cuando empezaron a gestarse los verdaderos cambios y las transformaciones de la sociedad salvadoreña.
El primer efecto fue la elección misma, que dio paso a la posguerra tantas veces retrasada debido a los intereses de ARENA y del FMLN. El funcionamiento de esta dupla en la cúspide del poder durante 30 años demostró que, independientemente de quién estuviera en Casa Presidencial, el Gobierno se mantenía intacto, operando desde las sombras: la oligarquía tenía pleno control y para eso «compraba la gobernabilidad» con maletines negros que servían para construir mayorías artificiales en la vieja Asamblea Legislativa.
Por primera vez en 200 años, el Gobierno no responde a una élite poderosa y con particulares intereses económicos, sino que está al servicio de los ciudadanos. Esta transformación dio el siguiente giro de tuerca con la llegada de la nueva Asamblea Legislativa, que eliminó los vestigios de control que la oligarquía mantenía en el Estado, es decir, los guardianes de los intereses corporativos tanto en la Sala de lo Constitucional como en la Fiscalía General de la República. Sin una acción rápida al inicio de la legislatura, los siguientes cambios legales habrían estado comprometidos y destinados a su anulación debido a la obediencia de estos personajes con sus financistas.
La sustitución de funcionarios fue hecha conforme al marco legal y con ella avanzó un poco más el proceso de emancipación gestado por el presidente Bukele. Solo de esta forma se garantizaba que no habría marcha atrás. Ya la emergencia de la pandemia demostró que, a la hora de defender la vida y la salud de los ciudadanos o los intereses económicos corporativos, los magistrados destituidos se habían inclinado por la obediencia ciega a sus amos, dándoles la espalda a los salvadoreños.
Los poderosos del país son apenas un puñado de personas, pero tienen grandes influencias y controlan asociaciones, fundaciones y ONG, ahora conocidas genéricamente como «organizaciones de la sociedad civil», que son replicadas por medio de sus órganos de propaganda.
Esta es la siguiente fase en el proceso de transformaciones: ganar la batalla de las ideas tanto local como internacionalmente para garantizar la permanencia de los cambios. La emancipación que ahora mismo está en construcción es un esfuerzo constante que requerirá el acompañamiento permanente del pueblo a su gobernante.