En la primera parte de este artículo citamos la norma ISO 22301, que define la crisis como «una situación con alto nivel de incertidumbre que afecta las actividades básicas y/o la credibilidad de la organización y requiere medidas urgentes», y terminamos apelando al Dios del cielo para que nos dé sabiduría como electorado para elegir lo mejor posible, tanto a los diputados para la Asamblea Legislativa como a los alcaldes y su concejo para los gobiernos locales de nuestros municipios.
La crisis en el liderazgo comienza cuando se pierde la credibilidad y, entonces, se provocan altos niveles de incertidumbre que afectan el buen funcionamiento de las actividades y procesos básicos para que las cosas caminen y avancen hacia el logro de las metas y objetivos deseados; Y la credibilidad se pierde cuando se rompe la integridad, que es el valor fundamental que necesita un líder de cualquier institución, sea la familia, la Iglesia, la empresa o el Estado.
La integridad es la cualidad o la condición de ser íntegro o no dividido, significa totalidad, entero o completo, significa solidez; es el estado de mantenerse incólume, es una firme adhesión a un estricto código moral o ético. Se describe a alguien íntegro como alguien sin hipocresía, ni doblez, alguien que es totalmente consistente. Pero tristemente vivimos en una sociedad que ha abandonado los parámetros morales y los principios cristianos a cambio de la conveniencia y el pragmatismo.
Entonces, la gran crisis en el liderazgo radica en la pérdida de los valores fundamentales que sustentan y dan rumbo a las instituciones presididas. La visión y la misión de una institución debe basarse en un conjunto de valores que se crean y se practiquen. Solo un liderazgo íntegro, comprometido con valores claramente definidos puede desarrollar verdaderamente una visión y una misión que motive e inspire a una comunidad a trabajar comprometidamente.
La falta de integridad y el deterioro creciente de los valores fundamentales en el liderazgo de los altos niveles del Estado salvadoreño han provocado la crisis que vivimos en los diferentes sectores de nuestra sociedad, trayendo tanta inestabilidad e incertidumbre hasta en las cosas más básicas del quehacer nacional. Pero ahora tenemos una oportunidad al ir a votar. Pero debemos orar en serio para pedir sabiduría –como en su tiempo la pidió el rey Salomón–, para no fijarnos en las apariencias, en los regalitos o en las promesas a las que nos tienen acostumbrados los candidatos; que normalmente han sido solo vendedores de ilusiones mentirosas.
Si deseamos de verdad salir de esta crisis, ¿qué tenemos que notar en los candidatos para escoger a nuestros diputados y alcaldes? La integridad; cuáles son los valores en los que creen, sobre todo cómo los ponen en práctica. Si en verdad vive según los valores en los que dice creer. Qué visión tiene de la familia y cómo es su familia, a qué se dedica, qué tipo de persona es, si paga sus cuentas y es sano financieramente, entre muchas cosas más. Si no lo hacemos así, no importa de qué color venga pintado el candidato. Tendremos más de lo mismo y no saldremos de la crisis en la que los líderes de nuestra nación nos han tenido por décadas.