No es posible refundar un país sin contar con una nueva mentalidad. Para un nuevo El Salvador hace falta una revolución de la mente. Podemos cambiar muchas cosas materiales, tecnológicas, etcétera, pero si no cambiamos desde dentro, no podemos alcanzar los resultados que deseamos.
Quizás recuerda del Antiguo Testamento en el que el pueblo de Israel recibió una promesa para llegar a una tierra donde brotaba leche y miel; una gran promesa, todos tendrían tierras, alimentación, posesiones, libertad, en fin muchas condiciones que hasta ese momento no conocían, pues vivían en la esclavitud en una subcultura que giraba alrededor del pueblo egipcio. Ciertamente, ellos estaban acostumbrados a aceptar esa realidad como la verdadera, pero en sus corazones había una palabra de profecía de una vieja promesa que Dios le había hecho al pueblo representado en Abraham. Cualquiera pensaría que no tenían nada que meditar, pues el momento del cumplimiento de la promesa había llegado, pero la historia nos dice que al momento de buscar su destino, tuvieron miedo, indecisión, duda y hasta arrepentimiento.
Puede que usted alguna vez se haya sentido así, no es nada de qué asombrarse, solo es el esclavo queriendo regresar a su claustro, solo es su mente pensando como lo ha hecho siempre, obteniendo los resultados que ha obtenido siempre y clasificándolo a usted como la sociedad lo ha clasificado, como la historia lo ha hecho creer que es; pero usted es y puede ser más, puede alcanzar más.
Los 40 años y el cambio generacional mencionados en el Antiguo Testamento pueden ser una muestra de lo que le comento. Usted tiene que volver a nacer, tiene que redefinir qué es un verdadero salvadoreño, lo que un salvadoreño puede hacer y lo que puede tener. Le advierto, esa tarea, ese pensamiento, no es sencillo, pues lucha contra un oscuro sistema que le fue impuesto quizás desde antes de su nacimiento. Lucha con la idea de que toda la gente a su alrededor, incluso su familia, ha tenido de lo que usted puede lograr, lucha contra los recuerdos que le han mostrado y confirmado cuál es el lugar que ocupa; pero a pesar de tanta lucha, muy en sus adentros usted sabe y lo siente en su ser que un salvadoreño como usted tiene derecho a tener educación de calidad, a tener salud y atención médica, tiene derecho a contar con un emprendimiento o un trabajo digno que garantice su integridad y reconozca su valía, tiene derecho a volver a sentirse seguro, derecho a acceso a la tecnología, derecho a un resurgimiento de la agricultura, a tener agua potable, a sentar las bases de una economía pujante y equitativa, derecho a desarrollar las diferentes disciplinas deportivas, el arte y la cultura, derecho a que lo público sea igual o mejor que lo privado, derecho a creer que todos somos iguales.
Eso es ser salvadoreño, no deje que nadie le diga lo contrario, pero ahora tiene que hacer, pues si recuerda el camino es una tríada: ser, hacer, tener.
Conviértase en ese nuevo salvadoreño, créalo y actúe en consecuencia. Acepte esa promesa con confianza, tome la iniciativa, camine y aliente a los cansados, más adelante se encuentra su recompensa; usted es el constructor de un nuevo El Salvador.