Poco a poco, los alcaldes que ganaron bajo las banderas de ARENA y del FMLN se han terminado desencantando con las autoridades de sus partidos, que son incapaces de dirigirlos en los nuevos tiempos.
Los jefes de municipios de Cuscatlán y La Paz han anunciado sus renuncias al organismo político al que pertenecieron, algunos por décadas, desilusionados por la falta de apoyo y la carencia de dirección tricolor.
La fuerza territorial de ARENA y del FMLN, otrora los grandes partidos políticos salvadoreños, empezó a mermar en la medida que perdieron credibilidad, simpatizantes y cambiaron la estructura territorial por empleos en el Estado.
ARENA era una formidable maquinaria electoral cuando estaba en el Ejecutivo y había convertido uno de los ministerios, el de Gobernación, en una estructura formada casi exclusivamente por activistas a sueldo, dispuestos a trabajar por el partido a cambio de una remuneración. De ese modo, perder el poder significó perder a buena base de su clientela partidista.
El FMLN sucedió a ARENA en el poder, pero continuó con las mismas prácticas. En lugar de la mística y el voluntariado que describían sus orígenes, el Frente se vació en el Estado y les dio a sus militantes el rango de activistas con salario.
Ambos partidos se dedicaron a garantizar esos ingresos a cambio de lealtad, pero olvidaron sus promesas y proyectos políticos, de modo que, al defraudar a los ciudadanos, se quedaron sin nada, con cascarones vacíos que hoy no hacen más que implosionar.
En los últimos días hemos visto a líderes municipales abandonar a ARENA y la respuesta del partido es acusarlos de recibir prebendas, en una clara alusión a las formas de operar en el pasado, en las que incluso utilizaban helicópteros para llegar a los municipios del interior del país para entregar las dádivas a los alcaldes y diputados de otros partidos que terminaban haciendo transfuguismo e instalándose en el partido tricolor.
Sin embargo, estas continuas salidas no hacen más que expresar el agotamiento de ARENA como fuerza política, incapaz de renovarse y de adecuarse a los nuevos tiempos. Desde que perdió el poder no ha sabido ser una verdadera oposición, creyendo que está próxima a recuperar el control del Estado cuando, en realidad, es algo que quedó fuera de su alcance.
El FMLN sufrió una caída más estrepitosa y su proceso de desintegración fue acelerado, con al menos tres bandos en un partido de muy pocos militantes. Aun así, los pocos líderes locales que ganaron bajo la bandera roja están repensando su futuro inmediato en esta organización tan desacreditada y que agoniza con cada día que pasa.