Las discusiones de los que conectan el hígado con el cerebro son, por demás, estériles ya. La ruta hacia el escrutinio del pueblo ha iniciado para todos los aspirantes a la presidencia, curules y alcaldías. Los enfoques deben ser, o deberían ser, el abanico de ofertas hacia el encanto de los salvadoreños.
La sociedad valora que si lo que parecía imposible se consiguió —y me refiero a arrebatarle el país a los criminales terroristas— todo lo demás se puede, con la ayuda del Todopoderoso y el esfuerzo máximo de sus gobernantes. Porque sin seguridad, las vidas de las familias, sus negocios, sus empresas, sus empleos no tenían la más mínima garantía, y la posibilidad de que El Salvador despegara en todos los aspectos sociales y económicos era inalcanzable.
Fácil es hacer creer que el país vive ahora una situación complicada en términos económicos por decisiones recientes. No. Nuestra querida nación fue sometida a crueles batallas de dos ideologías que al final dieron su verdadero rostro de socios, así como al saqueo despiadado de sus impuestos por parte de ARENA, FMLN y Párker, quienes incluso no les bastó vaciar las arcas del Estado, sino que, además, lo endeudaron inmisericordemente. Hablo de 12 años de guerra civil y 30 años de gobiernos tricolores y rojos. El pueblo sabe muy bien eso y también conoce perfectamente la situación financiera mundial y la afección de las guerras internacionales.
Y es que, desde hace décadas, El Salvador urgía de líderes inspirados por ideales, líderes a quienes se les otorgaran grandes visiones, que soñaran en grande y se esforzaran por hacer que los anhelos de su pueblo se hicieran realidad.
La sociedad al fin encontró a uno, el único que tenía todas las credenciales para enfrentar con valentía todo obstáculo y romper el molde asesino y corrupto de partidos políticos rastreros que existieron solo para engordar las carteras de sus financistas, sus cúpulas y de políticos parásitos que ahora disfrutan de sus fortunas mal habidas en otros países. Como siempre he sostenido, la maldad alcanza.
Nayib, enfocado en su visión, no solo fue capaz de derribar el bloque de hierro del poder fáctico y sus institutos achichincles, sino que también derrotó a sus fuerzas de inseguridad asesinas, sometiéndolas a la verdadera justicia. Los «angelitos» de las ONG guardan prisión en el Cecot.
Y es que la palabra visión les quedó grande a todos los políticos pordioseros. Visión se utiliza a menudo en los estudios acerca de liderazgo. Algunas personas juran por ella; otras creen que es una pérdida de tiempo. Una visión presenta una vista idealizada de lo que puede ser el futuro. Mira por encima del futuro inmediato a lo que una nación puede ser.
Nayib demostró y seguirá demostrando que es un visionario nato. Un luchador esforzado a lo sumo por hacer realidad esa visión en favor de su pueblo. Desde que luchó por la alcaldía de Nuevo Cuscatlán tenía clarísimo que su visión era particularmente importante en los tiempos de crisis que vive el mundo. Entendía perfectamente que si los salvadoreños le concedían el poder era exclusivamente para recuperar la verdadera libertad, para arrebatarle el país a los criminales y sus padrinos, y llevarlo a tiempos de prosperidad.
El Salvador estaba en cuidados intensivos cuando él decidió encarar el desafío de los valientes. Y no rehuyó a esa compleja y delicada responsabilidad.
Su visión de un mejor El Salvador comenzó a construirse el 1.º de junio de 2019, en contra de toda oposición que, al final, resultó ser opositora a los anhelos del pueblo. Ahora, continúa su lucha por llevar el país a otros derroteros anclado en el cimiento de la verdadera libertad en seguridad, esa que hay que sustentar y sostener.
Ha llegado el momento en que cada uno nos preguntemos no qué puede hacer el país por nosotros, sino qué podemos hacer nosotros por el país. Y qué podemos hacer juntos por la sostenibilidad de la libertad en completa seguridad y el despegue económico y social.
La licencia que Nayib solicitó es de valientes. Porque cualquier otro, como en países muy cercanos, se hubiera impuesto para otro mandato, hubiera desaparecido las elecciones y perpetuarse en el poder. No. Nayib se someterá al escrutinio del único que puede decidir si le da un segundo mandato o no. Se somete a la misma decisión a la que todos los demás le tienen miedo.
Ya demostró de qué está hecho, cuando dejó su cargo de alcalde de Nuevo Cuscatlán para pelear la alcaldía de San Salvador, una misión difícil y arriesgada porque sabía que, de perder, su carrera política llegaba a su fin. Pero el valor, la inteligencia y el esfuerzo le sobran. Y contra todo el sistema establecido por los poderosos y sus corruptos logró ser presidente de su pueblo.
Ahora, ¿veremos guerra de propuestas reales en favor del pueblo por parte de los candidatos opositores? No. Estoy seguro de eso. Lo que veremos es una guerra subversiva e intolerante hacia la gobernabilidad, mientras continúan sus intentos de que la comunidad internacional no acepte la decisión soberana de reelegir a Nayib Bukele.
Como dijo un diputado opositor en su discurso en la Asamblea Legislativa: ya el pueblo decidió reelegir a Nayib.