Hace unos años fui a un lugar turístico de nuestro país. Mi hijo, como todo niño, es muy perceptivo y curioso. Una niña llamó su atención y me preguntó el motivo por el que ella no tenía completo un brazo. En ese momento me sentí feliz por estar en el momento adecuado para explicarle que todos somos únicos e irrepetibles, y que eso está bien.
En otra ocasión asistí a un centro asistencial de salud. Algo lastimaba mi ojo izquierdo. Mientras estaba en la sala de espera, una señorita salió diciendo «¿el joven del cuerpo extraño?». Efectivamente es el término que se utiliza para referirse a un objeto que está en nuestro organismo y no pertenece a él, pero es una frase ambigua y también hay un chiste sobre eso. En esa ocasión decidí esperar hasta que me llamaran por mi nombre, porque consideré que debía tener ocho ojos y siete brazos para ser «el joven del cuerpo extraño».
Una persona me comentó que cuando un familiar perdió un bebé le habían dicho que «el producto no sobrevivió». Es el término que se utiliza, pero eso quiere decir que soy un producto que nació vivo. El término realmente no me parece el más apropiado.
He escuchado a personas reírse antes de ayudar a alguien cuando tropieza y se cae. Lo comentaba con un amigo y coincidimos en que sería mejor preguntarle si está bien o lastimado. Ayudar sería más útil que reír.
Todos los seres humanos somos emocionalmente frágiles, por eso quiero que reflexionemos sobre la importancia de referirnos a las cosas y reaccionar ante situaciones de la forma correcta y sencilla. ¿Qué les parece si todos los padres, cuando sus hijos les hagan preguntas sobre la diferencia con otros niños, enseñan lo que significa diversidad? Que hay cabellos rizados y otros lacios, que hay personas que se comportan diferente, como los niños con trastorno del espectro autista, por ejemplo, para ver esas diferencias con naturalidad, sin hacer sentir mal a nadie.
Todos tenemos nombre y es la forma más apropiada de referirnos a alguien. Las personas son más que solo una enfermedad o una discapacidad. Sería genial que los padres platicaran con sus hijos para evitar poner sobrenombres, a los accidentes como caídas o golpes darles la debida importancia en lugar de reírse de eso.
El nacimiento de una persona está lejos de ser un resultado de una serie de procesos subsecuentes por máquinas inanimadas; las familias esperan a un nuevo miembro, una pequeña persona que tiene nombre antes de nacer y que tiene un significado valioso por el cariño de parte de todos.
Debemos incluir amor en nuestras acciones, vivir día con día tratando a los demás como deseamos ser tratados, intentar que nuestros hijos, que son el futuro de este mundo, sean una mejor generación; la humanidad en 10 años ha cambiado muchísimo y no volverá a ser la misma, todos los días tenemos la oportunidad de cambiar positivamente las relaciones interpersonales, las profesiones, la sociedad, la cultura. Podemos lograrlo a base de detalles. Si los 7.8 billones de personas que estamos en el mundo hiciéramos una pequeña acción positiva y constante, tendríamos ese mundo que tanto soñamos. «No siempre podemos hacer grandes cosas, pero sí podemos hacer cosas pequeñas con amor», decía la madre Teresa de Calcuta.