Principalmente, las personas cambian por tres razones: porque aprendieron demasiado, porque sufrieron lo suficiente o porque se cansaron de lo mismo. Los salvadoreños, definitivamente, hemos transitado por esas tres etapas. Y a las pruebas me remito.
Aprendimos demasiado. Sí, nos tomó más de 30 años y miles de muertos para aprender que las mal llamadas ideologías de extrema al final eran la misma cosa. Los que siguieron a los comandantes a la montaña y combatieron a su lado exponiendo la vida aprendieron en carne propia qué es el abandono y la indiferencia.
De los presidentes de ARENA aprendimos que el saqueo, los robos descarados y los pactos oscuros son herramientas para permanecer en el poder. Para ellos, claro está.
Descubrimos que los que se hacían llamar de derecha o izquierda, enemigos mortales en apariencia, eran grandes socios y amigos. Juntos se apropiaron de millones de dólares del erario. Se cubrían entre ellos cuando el presupuesto para la construcción de una carretera se perdía dos y hasta tres veces seguidas. O cuando estuvieron durante años invirtiendo millones en una presa de la cual solo construyeron un hoyo. Esas duras lecciones nos mostraron que no podemos seguir confiando en ellos.
Sufrimos los suficiente. El trabajo en equipo de los mismos de siempre ha sido increíblemente efectivo para incrementar sus fortunas personales y las de sus partidos.
Sufrimos la avaricia de diputados que subían $5 a la pensión de nuestros jubilados, pero que resultaron con más de 100 propiedades a su nombre. Una Asamblea Legislativa que ha gastado millones de dólares en bonos, almuerzos a la carta y una injustificable cantidad de asesores, mientras nuestros policías patrullaban con las botas rotas y tenían que permanecer acuartelados en condiciones paupérrimas.
Por eso no es extraño que, de cara a las próximas elecciones y su inminente salida del poder, los salvadoreños veamos con desconfianza los movimientos que los mismos de siempre promueven dentro del TSE. Parece que tratan de jugar su última carta y mantenerse a toda costa en el poder. Esa es la democracia que defienden y conocen, la democracia a la medida de sus intereses. Dense por enterados de que esa jugarreta no estamos dispuestos a sufrirla.
Nos cansamos de lo mismo. En su último mensaje a la nación, el presidente Nayib Bukele decía que la democracia se construye respetando la voluntad del pueblo. Y el pueblo realmente ya entendió que para avanzar hay que trabajar unidos y empujar a El Salvador juntos hacia delante.
Ha llegado la hora de escribir la historia del país sin fusiles y dejando a un lado la idea de que El Salvador es una tumba. Ya no más tumbas, ya no más revoluciones de cartón para que unos pocos se vuelvan millonarios.
Estas elecciones serán históricas. Elegiremos a políticos que sí están pensando en hacer crecer al país; que desean trabajar para llevar a El Salvador a un nuevo nivel de desarrollo.
Ahora, cuando nos preguntamos qué nos depara el futuro, no lo hacemos con temor o resignados a seguir soportando abusos y robos descarados. Ahora pensamos en nuestro porvenir con esperanza.
Este 28 de febrero, los salvadoreños saldremos a votar por nuestro futuro y el de nuestros hijos. Saldremos a cambiar el rumbo de nuestro país sin apelar al odio de clases, sin resentimientos, dejando atrás los odios históricos y, sobre todo, los ideales trasnochados, que ya demostraron de sobra que nunca buscaron el bienestar del pueblo.
Estas próximas elecciones El Salvador escribirá la palabra DEMOCRACIA, en letras mayúsculas. Y lo haremos porque aprendimos a no caer más en sus mentiras. Porque ya sufrimos suficiente al darles la oportunidad de manejar el país y nos cansamos de los mismos resultados.
Ahora el pueblo decidirá su rumbo. Y pueden tener algo por seguro. No fallaremos.