Entonces la vida es eso: vida cuando se encuentran dos corazones latiendo al unísono del tiempo. Todos los seres vivos solo encuentran una razón en la copulación. Reproducirse en el placer de la entrega de sus cuerpos, entre los animales superiores. Pero en el Principio de esa gracia no sabía el hombre que iba a producir otro semejante. La especie «Homo sapiens» fundamenta su crecimiento en este orden a expensas de las privaciones, expoliaciones, mandamientos y represiones de una minoría de dictadores agrupados en esa secta llamada sociedad anónima de religiones. Ninguna otra especie establece legislaciones en detrimento del amor y ninguna otra especie destruye el ambiente. Se alimenta de él.
Amanece, el Sol inicia su tarea de iluminar esta parte oferente a él. Unas dulces notas de piano y la brisa me recuerdan la soledad y la tristeza de un poeta elucubrando monsergas porque no llegó al lecho la inspiradora de sus letras.
El más grande haber es el amor para dar a la naturaleza y esto redundaría en bondad y compasión para otras especies. Qué otra posesión podría significar más estímulo para vivir en ese corto espacio de tiempo y darnos una razón más inteligente como humana… (¿?). El amor es el único sentimiento que refleja belleza y armoniza con todo lo que nos rodea. Es el principio y fin universal del bien. No necesita el hombre gargantas voraces castradoras de su personalidad que se inventan esquemas religiosos paranoicos para beneficio de intereses mezquinos, fatuos, frustrantes, negadores del humano ser. Eliminan tu humanidad haciéndote esclavo de doctrinas, fascistoides, chantajistas: si no crees en mí te castigo con la muerte o con el infierno que ellos mismos se inventan en su entorno: oscurantismo, primitivismo, ignominia, sadismo son todas las secuelas que cargan en tu mente.
Al fin llega maravillosa estrella del firmamento, con sus pasos presurosos a divinizar la noche, sumergir sus misterios en la elegía esperanzadora. Una noche enamorada de sueños. Luna llena, vida llena, mil amaneceres disfrutando de tus manos, entrelazadas a mis ojos en una sagrada confesión de amor.
Pero el hombre deja las cuevas, se refugia en los árboles, cambia sus hábitos alimentarios, empieza a gustarle la cama, entonces desarrolla el deporte de la cacería y la pesca; inventa la cacería del pichón, un sirviente abre la puerta de una jaula donde tiene en cautiverio una manada de pichones y el Señor les dispara. Se inventa la corrida de toros, el Señor «torero» los distrae con un trapo y cuando el ingenuo toro embiste, el Señor le inserta una espada en la cerviz y luego lo remata con una daga de un puntillazo y miles de hombres gritan de emoción por la proeza del matador de inocentes animales: ¡es la fiesta brava!
La carrera, ¿profesión?, armamentista no tiene límites, es infinita su creatividad utilizando su inteligencia para hacer mil guerras en nombre de la paz y la supervivencia. Creo que alguien los ha llamado «seres superiores». ¡Qué ironía!
Pero hagamos un paréntesis. Einstein, Isaac Newton, da Vinci, Platón, Aristóteles, Stephen Hawking y un millón más sí fueron superiores; pero el resto de los 7,000 millones mediocres, politiqueros, fanáticos, cómplices, público que va al circo y adora a estos payasos y criminales de guerra son simples espejos, sombras, cómplices de esas masacres mundiales eufemísticamente llamadas guerras.