Uno de los tiempos que más esperaba de joven era octubre por los vientos frescos que comenzaban a soplar, por el colegio que estaba por terminar y por las ansiadas vacaciones de fin de año que estaban por comenzar. Tiempo también de la serie mundial entre los Ángeles Dodgers y los New York Yankees, de finales de la década de los 70 y principios de los 80, que realmente eran apasionados y encantadores. Luego llegaba el final del año, la Navidad, los regalos y los abrazos de fin de año. Como añoraba esos meses de cada año por tantas alegrías y momentos agradables que traían.
Como líder espiritual no puedo dejar de pensar en la gran necesidad, el deseo y la expectación que tiene nuestra gente por tiempos como estos. Después de todo lo que hemos sufrido por la guerra civil, las pandillas, la criminalidad, la negligencia y el saqueo en las arcas del Estado por aquellos que han tenido el poder y el liderazgo en nuestro país. La Biblia nos dice en Proverbios 29:2: «Cuando los justos dominan, el pueblo se alegra; mas cuando domina el impío, el pueblo gime».
«¡Ay de los pastores que destruyen y dispersan las ovejas de mi rebaño![…] Por tanto, así ha dicho Jehová Dios de Israel a los pastores que apacientan mi pueblo: Vosotros dispersasteis mis ovejas, y las espantasteis, y no las habéis cuidado. He aquí que yo castigo la maldad de vuestras obras […] Y pondré sobre ellas pastores que las apacienten; y no temerán más, ni se amedrentarán, ni serán menoscabadas […] He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra» (Jer.23:1-5).
El liderazgo tiene una dimensión espiritual que normalmente los líderes del mundo olvidan. El rey David no solo fue rey, fue pastor para Israel. No tengo la menor duda de que eso es lo que hemos vivido como nación, en toda escala, producto de un liderazgo egoísta y corrupto.
Arrodillémonos y clamemos delante del Dios del cielo, para que se siga levantando un liderazgo nuevo, comenzando por la Iglesia, en las empresas, en las organizaciones sociales y en el mismo Gobierno; para que nos mande nuevos vientos como los de octubre, vientos frescos que traigan alegría y prosperidad al pueblo. Que nuestras oraciones sean esos vientos que empujen y muevan la mano de Dios, porque solamente de Él puede venir la verdadera transformación que las naciones requieren. Como lo alabó Daniel (Dan.2:21-22) cuando dijo: «Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría. Él muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos. Él revela lo profundo y lo escondido; conoce lo que está en tinieblas, y con él mora la luz».
Al final, siempre es el liderazgo el responsable de traer tiempos buenos a aquellos que dirige.