Me encontré a una dirigente del Frente y lo primero que me recriminó con sorna fue «dizque escribes para el periódico del Gobierno». Cuando le hablé sobre seguridad, en seguida me aseguró que hoy había más muertos por parte del Estado, que ella estaba en juicio y no le aceptaba la Fiscalía sus pruebas de descargo, que la justicia ahora es «maldita». Hoy la justicia determinó su vinculación en el fraude y apropiación indebida de una gran cantidad de dinero.
Rencores, frustración por haber perdido la «bonanza» que les proporcionaban aquellos sus gobiernos, hoy desechados de un plumazo por un pueblo que despertó y se decidió a cambiar radicalmente esas viejas ideas dictatoriales de opresión y malversación de los fondos del Estado, dándose cuenta de que en nada beneficiaban al pueblo. Que estaban hundiendo al país en la peor de las miserias, la miseria de la inmoralidad y la injusticia.
Mi universalidad aún en el arte y las letras me condena a hacer política como lo dictó Aristóteles. Como ciudadano común transito las calles, contacto con gente de todas las clases sociales, en diferentes espacios, y todavía se escucha el clamor del pueblo por muchas necesidades y congestiones no resueltas: transporte, vivienda, trabajo, costo de la comida, salud… en fin, muchas quejas e insatisfacciones; aparte del cacareo ignominioso de opositores resentidos. Se escandalizan por 70,000 detenidos por vinculaciones con el terrorismo delincuencial al que estábamos sometidos y se ha detenido ese auge delincuencial, mientras estas personas responden a un proceso judicial que hasta hoy ha liberado al 10 % de ellos y continúan juzgándose.
La redada fue general y cayeron inocentes y no inocentes, pero fue un procedimiento urgente, inminente para los destinos de nuestro país. En algunos sitios me recuerdan que en su mayoría pertenecían «al pueblo» y no se ve gente de las clases sociales «más altas». Esto tiene una explicación lógica para mí. En primer lugar, pueblo somos todos y, por otro lado, quizás los capos de aquellas organizaciones delictivas son los que se están poniendo en evidencia hoy entre políticos y empresarios connotados; son los involucrados por el descubrimiento de sus grandes desfalcos al Estado a través de sus partidos, como refugio delincuencial, como pantallas, y hoy son señalados, juzgados y, en su mayoría, son prófugos de la justicia, mientras otros sí están tras las rejas.
¿No eran acaso los que protegían el crimen manteniendo a estos antisociales como promotores de sus campañas electorales? Bien cuidaditos, alimentaditos y «gozosos» en las prisiones a los que por «mala suerte» caían.
Pero apenas son unos cuatro años con nuevas formas para gobernar y «el mundo no se hizo en dos días», como dijo Pedro Aznar. Estamos cerca de elegir nuevamente continuar hacia la consecución del nuevo destino que ya elegimos para nuestro país, y mi mensaje más profundo y humano para quienes sufren detención y son inocentes: no pierdan las esperanzas, no se dejen involucrar ahora, paciencia que la justicia tarda, pero llega.
Es raro cómo se puede perder la inocencia de golpe, sin saber siquiera que ha entrado en otra vida. Hay que cuidarse mucho.