La incertidumbre se dibuja en el rostro de cada una de las personas que ingresan a un hospital, más aún si se trata de uno público, por las carencias y las condiciones de las que estos adolecen. Pero aquí llegué hace unos 15 días atrás.
Una insignificante lesión se convirtió en un problema en mis pies, por excesiva confianza mía en un médico particular. Han sido días de aprendizaje a ejercer la fe, mostrar actitud frente a los cuadros médicos y tener carácter para vivir el momento y redefinir el futuro. Pero he confiado en el Señor y eso me ha dado fuerza.
Alguien hizo pública mi condición, y eso que yo no quería al principio se volvió una oportunidad para testificarle a la gente de la fe en el Maestro de Galilea, y conocer a las personas que tienen aprecio por uno. «Quien encuentra un amigo encuentra un tesoro», dice la Palabra.
En honor a esas personas, y sobre todo para honrar el Nombre de Jesús, les comparto que abandono la cama uno de la Unidad de Endocrinología del Hotel Roma, y paso a una etapa lenta, pero seguro de que quien comenzó la buena obra será fiel en terminarla.
Con reposo y mucha disciplina comienzo, en el Día del Periodista, un período de trabajo que, espero, siga siendo de bendición y compromiso con la verdad de las historias que cambian, inspiran y motivan a entender que la vida es una fiesta, aunque a veces se apague la música o creamos que se terminó.
Agradezco de forma especial a los hermanos, amigos y fraternos que me dieron una palabra de ánimo y a los que se saltaron la barda para convertirse en imitadores de Jesús con su solidaridad y apoyo. Y aunque esto no ha terminado aún, creo que vamos en el camino correcto.
Ahora es cuando las cosas toman otro color, las pruebas de fe se elevan de nivel y la actitud debe convertirse en un modo de vida. No hay duda de que Dios no llama a los preparados, sino que prepara a los llamados, en esas líneas de combate creo que estoy ahora.
Aquí me voy con la certidumbre de que en El Salvador los hospitales, más que infraestructura, son las personas, los héroes, que usan mascarillas, gabachas, que duermen cinco minutos, que comen después de todos, que no comen, que deben reír cuando quisieran llorar, que hacen tantas cosas que otros se niegan (ni los familiares de los pacientes quieren hacer), y en fin, verdaderos apóstoles de la salud.
Por mi parte, he aprendido que los amigos no se llaman, llegan sin ser llamados, y siempre están, podría nombrarlos, pero no sería justo, la memoria me puede traicionar. Esta sanidad llegará completa en el tiempo de Dios.
He escrito esto para celebrar mi día de alta, el mejor regalo que el Maestro me ha dado en el Día del Periodista a mí, que me considero ser de ese equipo de mensajeros que anuncian las buenas noticias de que el Reino está entre nosotros.
Seguiremos esperando la obra completa, y gracias por sus oraciones y apoyo, juntos escribimos el capítulo 29 de los Hechos de los nuevos milagros. Gente común haciendo cosas extraordinarias.
Hospital Rosales, 10:45 a. m. 31/07/23