Avanzar, aniquilar y vencer fueron las consignas de una naciente guerrilla en El Salvador a mediados de los años setenta que se usaron como expresiones que enmarcaron la aspiración de un sector de la población, la cual se consideraba oprimida por la represión de una dictadura militar que por años había gobernado nuestro país, gente pobre a la cual le habían cortado los caminos para la consecución de la justicia y la democracia.
Avanzar, aniquilar y vencer, frases que aún se encuentran pintadas en una casa en ruinas en la ciudad de Santa Ana; quizá el tiempo ha venido borrando con las inclemencias del clima esas expresiones que evocan un momento histórico de nuestra historia reciente; aunque es importante aclarar que en su momento esas frases encerraban una amenaza dirigida al opresor, al dictador y al tirano. Lamentablemente, muchas personas fuimos incorporadas a una lucha que se mezclaba con sangre, ilusiones y utopía de que un día tendríamos un país de los salvadoreños y para los salvadoreños.
La casa en ruinas a la que hago alusión simboliza la decadencia de esa ideología que aun desde las aulas de la Universidad de El Salvador se nos enseñó. Esa misma casa personifica una expresión guerrerista de la época que ahora es solo una casa en ruinas, como los colores que un día identificaron al FMLN, un rojo ya desteñido, envejecido, rancio y sin identidad, sin proyección y sin ninguna aspiración de volver al poder como en años anteriores.
Algunos «líderes del FMLN» critican que se les cuestiona constantemente y dicen que si son un partido en decadencia por qué hablar de ellos. La respuesta la externa la población, pues es tan grande la desesperanza, el engaño, la traición y la corrupción que los caracterizó siendo Gobierno que es una etapa o un letargo que nuestra población jamás olvidará, es decir, ellos se convirtieron en lo que decían que odiaban tanto y que fue su estandarte de lucha.
Avanzar, aniquilar y vencer, una consigna de lucha revolucionaria en esa época oscurantista de nuestra reciente historia, la cual con el paso del tiempo fue olvidada, tanto por quienes iniciaron esa lucha «revolucionaria» como por quienes quizá nos vimos identificados en su momento, pero que tuvimos la valentía de reorientar nuestro camino, nuestras aspiraciones y nuestra forma de concebir y al mundo con sus diferentes visiones, sean estas económicas, políticas, sociales, culturales o ideológicas.
Como consigna fue convirtiéndose en parte de los estandartes de un pasado que muchos quisiéramos olvidar, pero que no podemos y no debemos obviar, porque se busca preservar la memoria histórica y colectiva y enseñar a las nuevas generaciones que eso que muchos vivimos no vuelva a ocurrir. Es algo que no debemos jamás olvidar.
Esa misma consigna, sin quererlo, se les revierte a los señores del FMLN, pues los errores estratégicos que cometieron los obligan ahora a beber la copa amarga de sus pésimas decisiones y como eslogan le corresponde al actual presidente Nayib Bukele, casi de una manera contingencial, asumirla, pues de todos es conocido que el método Bukele (artículo que escribí anteriormente) conlleva a avanzar a pesar de todas las piedras que el FMLN, ARENA, el PDC de Párker y algunos miembros del PCN, pues generaron toda clase de obstáculos para que Nayib Bukele no se postulara a la primera magistratura del país. Si hacemos memoria: expulsión del FMLN por el caso de «la manzana», la no inscripción de Nuevas Ideas como partido político, cancelación del Partido Cambio Democrático por el Tribunal Supremo Electoral, liderado en ese momento por el efemelenista Julio Olivo, partido por el que correría Bukele como candidato presidencial. Fue necesario ejecutar una estrategia de grandes ligas en la que el partido Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), que ya tenía como candidatos a Will Salgado (actual alcalde de San Miguel) y a Juan Carlos Mendoza (actual diputado por GANA) para presidente y vicepresidente, declinan en una operación quirúrgica para ceder espacio a la candidatura de Nayib Bukele y Félix Ulloa, respectivamente, corriendo estos por la bandera de GANA; y el partido, cediendo incluso colores y emblema, hizo un sacrificio en ese momento, pensando no en intereses personales ni de partidos políticos, sino en la mejor opción para el país.
No ha sido nada fácil llegar y como Gobierno electo democráticamente debió sortear todos y cada uno de los obstáculos que la oposición, representada, como dijo el presidente Bukele, por «los mismos de siempre» y en ese momento con mayoría en la Asamblea Legislativa, puso para negar fondos para la seguridad del país, con una pandemia encima, criticando y obstaculizando las diferentes acciones del Gobierno electo en beneficio de la población. Nunca se dieron cuenta de que sus acciones los terminaban de aniquilar políticamente, lo cual simplemente ocurrió y ahora, cuando el hartazgo de la población por medio de elecciones libres y democráticas colocó a cada uno en su lugar de «la esquina», continúan como «pájaros tísicos» esgrimiendo su verborrea cansada y carente de argumentos.
El país ha llegado a un buen momento, quizá sea una nueva etapa del «siglo de las luces nueva generación», pues vemos un país sale del letargo, que es una etapa de adormecimiento de la población, de cansancio y de somnolencia profunda y prolongada a la que por décadas tuvieron acostumbrada a la población que dejó de lado sus aficiones e identificación con los partidos tradicionales que obstaculizaron la consecución de los cambios reales que el país necesita. En ese momento, las condiciones objetivas y subjetivas se alinearon en beneficio de la población salvadoreña.
Avanzar, aniquilar y vencer es un eslogan que ahora cobra vigencia de una manera diferente, pues aquellos que en la década de los años setenta y ochenta la usaron como estandarte de lucha ahora son los aniquilados y vencidos, y no me detendré a mencionar la posición que ocupan en el tinglado político, más bien el lugar que ocupan en la mente y el corazón de un pueblo que fue traicionado en sus ideales y aspiraciones.
El Salvador entra en una ruta sin retorno, donde una nueva forma de hacer política pone de manifiesto el estilo del presidente Bukele, quien con su peculiaridad forma de conducir un país, que hasta hace unos pocos años era considerado el más peligroso y violento del mundo, lo convierte en referente para la implementación de políticas de seguridad que son replicadas en otros países del área centroamericana. En Honduras, la actual presidenta tropicaliza la política de seguridad salvadoreña, lo que deja de manifiesto que no son las ideologías las que sirven de hilo conductor para sacar adelante a un país, pues allí gobierna un partido de izquierda, hermano ideológico del FMLN, pero que sabiamente copia las medidas de seguridad impulsadas en El Salvador.
Avanzar, aniquilar y vencer, un eslogan que se revierte en 2019 y que cobra vigencia en contra de quienes lo utilizaron como bandera o estandarte de lucha en el pasado, los que ahora se encuentran en una posición de extinción política. Obviamente a los dirigentes políticos, su «vasta inteligencia, sus dotes de grandes estrategas políticos y grandes pensadores» no les permiten ver su entorno y darse cuenta de que están solos, políticamente desnudos ante la población y, por consiguiente, aniquilados y vencidos por las estrategias impulsadas desde un nuevo Gobierno con una visión en extremo diferente y antagónica a las viejas maneras de hacer política.
Avanzar, aniquilar y vencer…. eslogan que se revierte en contra de sus creadores.