Por muchos años, la oficina de Demetrio Escobar han sido los imponentes volcanes de El Salvador. Escobar es uno de los más reconocidos vulcanólogos del país y ha dedicado 37 años de su vida al estudio de los volcanes nacionales y extranjeros.
Es ingeniero de profesión, pero su vida en la vulcanología inició en 1985, cuando trabajaba en el Centro de Investigaciones Geotécnicas del Ministerio de Obras Públicas. En ese entonces había un departamento de geología y dieron unos cursos de especialización para optar a una plaza en técnico de geología. Ahí inició su trabajo de campo, con las visitas al volcán de San Miguel. Posteriormente, ganó una beca para estudiar su maestría, la cual llevó a cabo entre 2001 y 2003 en Míchigan, Estados Unidos.
Al regresar, obtuvo un trabajo en el Servicio Nacional de Estudios Territoriales (SNET), que actualmente es el Observatorio de Amenazas y Recursos Naturales del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN), donde labora hasta la fecha. «Entré a la vulcanología gracias a la oportunidad que se me presentó y a mi profesor Carlos Aguilar, quien me motivó y me llevó al campo. Siempre he disfrutado la naturaleza y me han gustado los volcanes. Luego me fui involucrando más en la parte científica y social del estudio de los volcanes, porque el objetivo principal es darle un aviso temprano a la población», explicó.
Por lo tanto, considera que, con su trabajo y el de su equipo, en esa época inició el estudio de la vulcanología moderna en el país. «Con nosotros, en ese tiempo, inició la vulcanología moderna en El Salvador. Empezamos a hablar de monitoreo volcánico, es decir, estar yendo periódicamente al volcán para hacer mediciones con la actividad», informó el especialista.
El trabajo de monitoreo consiste en conocer las mediciones de la actividad del volcán, como el nivel de temperatura, los gases, los cuerpos de agua, si hay grietas, fisuras, la cantidad de centros eruptivos y registrar una base de datos por cada manifestación.
Explicó que otra de las áreas que ha estudiado es la vulcanología física, la cual informa sobre el pasado del volcán a partir de los registros y los elementos que se encuentran en los terrenos, como la lava, la ceniza y la roca.
Ha visitado volcanes en toda América. En México estudió el Toluca, el Popocatépetl y el volcán de Colima con el apoyo de la Universidad Autónoma de México. En Guatemala conoció el Santa María y Santiaguito. En Nicaragua ha recibido cursos de vulcanología y ha visitado volcanes como el Masaya y el Cerro Negro.
En Ecuador tomó un curso por medio de una beca que le brindó el Servicio Geológico de Estados Unidos. En esa nación estudió las corrientes que se forman a raíz de las lluvias en el volcán Cayambe. Luego conoció el Cotopaxi, que es uno de los volcanes más peligrosos del mundo por sus constantes erupciones.
Estuvo en Hawái y recibió un curso de especialización en monitoreo volcánico con la Universidad de Hawái. Ahí estudió sobre sismicidad, el contacto de la lava con el océano, y también recogió muestras en campos de lava.
Una de sus anécdotas más memorables sucedió el 1.º de octubre de 2005, el día que erupcionó el volcán de Santa Ana. Recuerda que un día antes estuvo reunido con su equipo técnico para darle seguimiento al volcán, pero la actividad había disminuido, por lo que decidieron visitarlo el sábado para hacer estudios; sin embargo, uno de los compañeros no pudo ir, lo que evitó que subieran al cráter del volcán el día de la erupción.
La otra anécdota sucedió el 13 de enero de 2001. Esa mañana, él y un sismólogo del MARN se encontraban en Mercedes Umaña, Usulután, explicándole a la población sobre un enjambre sísmico que se había registrado en la zona. «Enviaron a un sismólogo y a mí porque era zona volcánica. Cuando ya íbamos de regreso, un medio de comunicación nos solicitó información y nos detuvimos unos minutos, luego seguimos hasta que encontramos un derrumbe en la zona conocida como La Vuelta de las Leonas. Consideramos que esos cinco minutos que nos detuvimos evitaron que el deslizamiento nos cayera a nosotros», explicó Escobar.
Actualmente, considera que deja un legado de conocimiento científico al país sobre el monitoreo volcánico, estudios de comportamiento del volcán de San Miguel desde 2002 hasta 2020, modelos conceptuales del interior de los volcanes de San Salvador y Santa Ana, el diagrama de eventos del volcán de San Salvador y su pronóstico para los siguientes 25 años.
«Según los estudios, el volcán de San Salvador se estima que erupciona cada 133 años, de acuerdo con su comportamiento en los últimos 3,000 años. Su última erupción fue en 1917, hasta la fecha van 105. Quedarían 25 años [para que erupcione de nuevo] y en el pronóstico se ve que puede haber una inyección magmática. Hay un 60 % [de posibilidad de] que sea por el flanco norte, un 30 % por El Boquerón y un 10 % en el flanco sur», indicó el especialista.
ESTUDIOS Y APORTES CIENTÍFICOS
VOLCÁN DE SAN MIGUEL
Cuenta con un registro sobre el comportamiento de este coloso desde 2002 hasta 2020. Además, ahí hizo su trabajo de tesis de posgrado.
VOLCÁN DE SAN SALVADOR
Hizo un diagrama de eventos y su pronóstico del comportamiento para los próximos 25 años.
VOLCÁN DE SANTA ANA
Estudió su erupción en 2005 con el apoyo de investigadores extranjeros. También ha hecho un modelo conceptual del interior de este volcán.